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Las diferencias individuales en el mundo clásico

En la antigua Grecia surgen los primeros filósofos interesados por la comprensión general del universo. En las afirmaciones de algunos de ellos podemos encontrar las semillas de teorías filosóficas antecedentes de la Psicología de las Diferencias Individuales.

Para Homero (s. IX-VIII a.C) no todas las personas eran dignas de alcanzar la inmortalidad, tan sólo aquellos guerreros que habían mostrado su capacidad en el campo de batalla tenían acceso a un entierro ritual que era precisamente, el requisito para alcanzar el Hades. Durante siglos perduró la idea de que la virtud, y por tanto la vida eterna, podía ser alcanzada tan sólo por unos pocos afortunados.

Platón (427-347 a.C.) fue el primer pensador que intentó ofrecer una explicación a la pregunta sobre el origen de nuestra manera de comportarnos al postular que las diferencias individuales dependían del tipo de alma que una persona poseía.

Para Aristóteles (384-322 a.C.), discípulo de Platón, la inteligencia estaba fundamentalmente basada en la rapidez de comprensión y entendimiento, lo que ya apuntaba hacia la relevancia que la velocidad de los procesos mentales tendría, posteriormente, como elemento de investigación de los mecanismos que sustentan la inteligencia.

Dos siglos después Cicerón (106-43 a.C.) define la "persona" como "el conjunto de cualidades que hacen a un ser humano apto para el trabajo que debe realizar", hacia la idea que regirá el estudio de las diferencias individuales desde sus inicios: la valoración de los individuos en función de sus capacidades y habilidades personales con un propósito práctico evidente, la selección de los más aptos.

En lo que se refiere a las diferencias individuales en la personalidad podemos mencionar tres tipos de aportaciones, siguiendo la clasificación de O'Neil (1975):

  1. La doctrina de los humores: características biológicas distintas, basadas en combinaciones diversas de los humores corporales, daban lugar a diferentes temperamentos. Exponentes de esta perspectiva fueron Empédocles (494-434 a.C.), Hipócrates (460-355 a.C.) y Galeno (199-129 a.C.). Hipócrates enunció la primera teoría de las diferencias individuales al distinguir entre el tipo sanguíneo, el tipo colérico, el tipo melancólico y el tipo flemático.

  2. Las aproximaciones fisiognómicas/fisiológicas: el aspecto externo de los individuos como fuente de información acerca de sus peculiaridades personales.

  3. La caracterología literaria: descripción de las diferencias individuales según el carácter. Teofrasto (372-287 a.C.) propuso que el carácter podía definirse a partir de breves descripciones escritas referentes a tipos comunes de seres humanos.

La escasa relevancia de las diferencias individuales en la Edad Media

Debido a la confluencia de factores como el declive de la economía, la debilitación de las comunicaciones y las invasiones sangrientas y destructivas que llevaron a cabo numerosos ejércitos de bárbaros mercenarios, la alfabetización quedó, durante la Edad Media, como un patrimonio que estaba reservado al ámbito eclesiástico.

El resurgir de la individualidad en el Renacimiento

Cabe destacar a Juan Huarte de San Juan (1529-1588), médico español que en su obra "Examen de ingenios para las ciencias", además de establecer una descripción exhaustiva de caracteres, propuso una serie de métodos dirigidos a entrenar las capacidades básicas y los talentos. Huarte se puede considerar un antecesor de la Psicología Diferencial comparable al propio Galton.

Del siglo XVII a principios del XIX: la revolución científica y el predominio de la razón

El siglo XVII fue testigo de una revolución científica que trajo consigo profundos cambios en las concepciones de la naturaleza y la sociedad humana.

Descartes (1596-1650) en su "Discurso del método para conducir bien la razón y buscar la verdad a través de las ciencias", en la que adoptó el método de la duda radical, desembocó en el interés por la psicología como el estudio de la conciencia.

Hobbes (1588-1679) distinguió entre las habilidades naturales que se desarrollan por el uso y la experiencia, y las adquiridas, que se manifiestan a partir de la instrucción directa no siendo, sin embargo, ambos aspectos de la inteligencia de carácter innato, puesto que los individuos nacían básicamente iguales.

Locke (1632-1704) concebía la mente como una "tabla rasa" con la que todos los individuos nacen.

Wolff (1679-1754) en su obra "Psychologie Rationelle" defendió la existencia de distintas facultades que el alma humana puede poner en acción, así como de diferencias individuales en el ámbito del intelecto, la imaginación, la memoria o la percepción sensorial.

Kant (1724-1804) definió la inteligencia como las facultades superiores de la cognición basadas en la comprensión, el juicio y la razón.

Schopenhauer (1788-1860) en su obra "Personalidad o cómo es el hombre" describe dos tipos básicos de individuos en función de rasgos "maestros" que conforman el temperamento: la energía vital y la sensibilidad o capacidad de sentir dolor.

Lavater (1741-1801) afirmaba que el espíritu humano debe reflejarse necesariamente al exterior y que los rasgos del cuerpo se relacionan todos entre sí, de manera que, por ejemplo, un temperamento flemático no sólo aparece en los ojos, la boca, etc, sino en todas las actitudes y comportamientos observables, en general.

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