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La ausencia de alcohol en los consumidores crónicos conlleva la aparición de una sintomatología características que suele desarrollarse secuencialmente en dos fases: en los primeros dos o tres días es típica la manifestación de temblores, convulsiones y alucinaciones, además de un intenso deseo por la droga. Posteriormente, aparece la fase terminada delirium tremens, en la que hay una exacerbación de los síntomas anteriores, además de fiebre, aumento de la frecuencia cardiaca, insomnio, sudoración intensa.

Los temblores suelen ir acompañados de náuseas y vómitos, y se cree que son consecuencia de un exceso de neurotransmisión noradrenérgica. Las convulsiones puede ser consecuencia del aumento de los canales de calcio dependientes de voltaje. Además el sujeto puede padecer convulsiones y alucinaciones, las alucinaciones afectan a todos los sentidos, pero son más numerosas las visuales y las auditivas. Tanto la fase inicial como durante la de delirium tremens esta sintomatología suele remitir con la medicación adecuada. El Diazepan es el primer fármaco de elección para comprar las convulsiones y el haloperidol par las alucinaciones. Sin embargo, a pesar de los cuidados médicos, en la fase de delirium tremens más del 15% los alcohólicos fallecen por causas desconocidas.

Si el paciente supera sintomatología de SA, el tratamiento de mantenimiento de la abstinencia requiere tratamiento psicológico acompañado de fármacos como el Disulfiram o la cianamida cálcica, para fomentar la aversión al alcohol. En el tratamiento de deseo intenso por la droga suele servir ansiolíticos, como las bezodiacepinas.

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