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"Homo hominis lupus" (el hombre es el lobo del hombre) afirmaba Hobbes en su obra Leviatán (1651), en referencia a la naturaleza humana, considerando al hombre como un ser egoísta y brutal, cuya existencia se basa en la lucha, la fuerza y la violencia.

En el último cuarto de siglo, se considera la ira, por una parte, como una emoción moral, que se dispara ante los actos de injusticia contra uno mismo o contra los que sufren otros y, por otra parte, como una emoción inmoral, que, movida por intereses egoístas, se activa ante la pérdida o negación de una gratificación.

4.1. Definición de ira

La ira es el sentimiento que emerge cuando la persona se ve sometida a situaciones que le producen frustración o que le resultan aversivas. Se plantea como un proceso vigorizador que urge a la acción, interrumpiendo los procesos cognitivos que se hallan en curso, centrando la atención y la expresión de afectos negativos en el agente que la instiga, y actuando como defensa en situaciones que comprometen la integridad física o la autoimagen y la propia estima.

La ira suele ser entendida, erróneamente, como un término sinónimo de hostilidad y agresividad:

  • La ira es un afecto primario que dota de energía y facilita las transacciones del individuo con su medio, pero que no necesariamente aboca al resentimiento o a la agresividad. Actuaría como factor afectivo.
  • La hostilidad sí conlleva animadversión hacia el agente provocador, pero no siempre se acompaña de la ira ni tiene por qué acabar en conductas agresivas. Actuaría como factor cognitivo.
  • La agresividad hace referencia a la propensión a desplegar un tipo de conducta que supone confrontación con el agente inductor, con ánimo de causarle daño. Actuaría como expresión conductual.

Ninguno de ellos es condición necesaria ni suficiente para la ocurrencia de los otros dos.

4.2. Características de la ira

4.2.1. Desencadenantes de la ira

A) SITUACIONES FRUSTRANTES

1. Obstrucción del acceso a una meta ⇒ Cuando el progreso hacia un objetivo deseado se ve interrumpido, la valoración cognitiva que lleve a cabo la persona en relación a esta contingencia determinará el tipo de emoción emergente. Si como resultado de esa valoración se considera que no existe posibilidad alguna de restablecer el acceso a la meta, entonces el afecto concomitante será la tristeza. En cambio, si se estima que es posible actuar sobre los factores que bloquean la vía hacia ella, restableciendo así las condiciones previas, entonces la emoción asociada será la ira. El agente que causa el bloqueo puede ser un objeto inanimado (una tuerca difícil de aflojar), un animal (un gato que maúlla impidiéndonos dormir), una persona (un compañero que nos distrae continuamente en el trabajo) o una circunstancia (un día de lluvia cuando vamos a la playa).

2. Transgresión de normas y derechos ⇒ La vulneración de normas sociales y éticas llevada a cabo por otros, la injusticia y la conculcación de nuestros derechos y libertades con frecuencia nos hacen sentir bajo el influjo de la ira.

La emoción surge cuando valoramos que el comportamiento del otro ha sido intencionado y que es merecedor de reprobación (el desprecio por las normas de circulación, la estafa, no respetar el turno en una cola).

3. Extinción de contingencias aprendidas ⇒ Muchas conductas operantes, establecidas mediante programas de refuerzo continuo, dan lugar a sentimientos de ira y conducta agresiva cuando son sometidas a extinción, es decir, cuando la emisión de la operante no va seguida de refuerzo (la máquina expendedora que no nos da la bebida).

B) SITUACIONES AVERSIVAS

Las experiencias desagradables favorecen o, directamente, se asocian con la aparición de la ira. Con frecuencia hacen más probable la expresión de conductas agresivas, aún cuando no interfieran con el acceso a una meta. El dolor se encuentra entre los estímulos de ira y hostilidad (el "mal carácter" de algunos enfermos que sufren patologías con estados de dolor permanente).

Otras situaciones aversivas pueden activar sentimientos de ira, como el ruido, los malos olores o el hacinamiento.

4.2.2. Factores moduladores de la ira

La ira es una emoción universal, pero no todas las personas reaccionan de la misma manera en situaciones de conflicto o cuando son expuestas a instigadores de esta emoción. Determinadas características de personalidad y del entorno sociocultural en el que se desenvuelve el individuo, actúan modulando diferentes aspectos del proceso emocional de la ira.

4.2.2.1. Patrón de personalidad

En relación a la ira, tener un carácter extravertido resulta favorable. En situaciones inductoras de rabia, las personas que puntúan alto en este rasgo de personalidad, informan menos sentimientos de ira que los introvertidos; sin embargo, muestran un alto nivel de activación fisiológica y conductual. Por tanto, en estos sujetos se produce una clara discrepancia entre el componente experiencial de la emoción (sentimiento) y los correlatos fisiológicos y conductuales asociados a la misma.

Una alta inestabilidad emocional (neuroticismo), lleva a la persona a experimentar con más frecuencia e intensidad sentimientos de ira. Esto es, expuestos a instigadores de la ira, los sujetos de alto neuroticismo informan de una acusada reactividad emocional que no tiene contrapartida a nivel fisiológico y conductual.

La autoestima hace referencia a la percepción que tiene el individuo acerca de su propia valía. La personalidad narcisista destaca por su tendencia a la grandiosidad, a la autoimportancia y por ser extremadamente sensible a la evaluación de los demás. Así, la persona que muestran elevada autoestima y alto narcicismo son más proclives a la ira, constituyendo la ira un rasgo estable de personalidad, que puede desembocar en ira intensa cuando sus autovaloraciones desmedidas provocan las críticas de los demás, generando situaciones de alta frustración. Como modo de protegerse contra la ofensa que representa la amenaza a la autoestima del narcisista, éstos tienden a encolerizarse.

Las personas con elevada autoestima y bajo narcicismo presentan una menor predisposición a sentirse airados. Esto es debido a que mantienen una visión más realista de sus cualidades positivas, lo cual les hace sentirse menos amenazados y frustrados por las valoraciones de los otros.

4.2.2.2. Contexto sociocultural

Los sentimientos de ira modulan nuestra conducta interpersonal y, a su vez, a través de los agentes de socialización (padres, hermanos, amigos). Cada cultura posee normas propias que indican a sus miembros cómo, dónde, cuándo y con quién pueden expresar sus emociones de modo socialmente aceptable.

Así, en las sociedades de carácter individualista (poco jerarquizadas, flexibles, donde se potencia la expresión de las emociones y la defensa asertiva de los propios intereses) se favorece el afrontamiento abierto del conflicto y se muestran menos críticas con el control de la ira. La vivencia y manifestación de los sentimientos de ira es mayor que en aquellas otras de índole colectivista (jerárquicas, de estructuras rígidas, donde el mantenimiento de la armonía grupal tiene prioridad sobre las cuestiones individuales). Además, las normas sociales fuerzan el autocontrol de la cólera en situaciones de conflicto, animando a sus miembros a inhibir o minimizar su expresión abierta.

4.2.3. Procesamiento cognitivo de la ira

A) Evaluación afectiva de la situación

  • NOVEDAD ⇒ La ira es una emoción que emerge en respuesta a una contingencia o estímulo que se plantea a la persona de forma súbita y sorprendente. Esta capacidad de impresionar está determinada por dos factores. Por una parte, el sujeto tiene poca o nula experiencia con la circunstancia o estímulo instigador, de modo que aún no ha tenido ocasión de habituarse o familiarizarse con él. Por otra parte, tenemos muy poca capacidad para anticipar la ocurrencia de este tipo de situaciones, lo que genera indefensión ante ellas. Por tanto, son contingencias poco predecibles y sobre las que tenemos muy bajo nivel de control.
  • AGRADABILIDAD ⇒ Su carácter frustrante, sorpresivo e incontrolable, hace que la situación tenga connotaciones desagradables para la persona que, en grado variable, se siente trastornada, descompensada o "fuera de sí".

B) Valoración de la situación

  • SIGNIFICACIÓN ⇒ El suceso tiene gran trascendencia para el individuo, para quien supone una alteración en su plan de acción y un bloqueo en el acceso a las metas esperadas. Si la ocurrencia de este tipo de situaciones es sorpresiva, no lo son tanto sus consecuencias. El suceso entra en conflicto con los proyectos personales y demanda una actuación urgente que permita afrontar de forma eficaz tanto el suceso en sí mismo como las consecuencias que de él se puedan derivar.
  • AFRONTAMIENTO ⇒ La urgencia impuesta por el evento instigador de la ira llevará al sujeto a valorar la posibilidad de afrontarlo. Identificamos como causa o agente de la situación a otra persona, a quien además atribuimos intencionalidad, es decir, consideramos que su conducta fue premeditada y malintencionada. La ira sólo emerge si, como resultado de la valoración de la situación, entendemos que podemos ejercer un grado de control alto sobre las consecuencias del acontecimiento, nos consideramos competentes para afrontarlas (poder/capacidad) y para acomodarnos al nuevo estado de cosas al que aquéllas puedan dar lugar (ajuste).
  • NORMAS ⇒ La persona airada considera censurable la acción del agente a quien atribuye la autoría del acontecimiento instigador de su estado emocional. Las actuaciones que emprenda la persona para afrontar la situación como la manifestación explícita de su estado emocional, estarán moduladas por las normas sociales y éticas al uso, por las normas de conducta propias de cada individuo y por la opinión y expectativas de otras personas significativas para el sujeto.

4.2.4. Funciones de la ira

La ira contribuye positivamente a la adaptación del individuo a su entorno. Nos permite desarrollar de forma rápida conductas de defensa o ataque ante situaciones desagradables o generadoras de frustración. A tal fin, actúa tanto sobre los mecanismos de regulación fisiológica del organismo como sobre sus procesos psicológicos, movilizando y reclutando la energía necesaria para poner en marcha este tipo de conductas.

La ira surge cuando tenemos el convencimiento de poder iniciar un plan de acción que nos permita restablecer el statu quo ante, esto es, que haga posible el retorno a las condiciones originales, previas a la ocurrencia de la pérdida o del estado aversivo. La ira conlleva un deseo de restablecer la meta sino también de retirar o modificar las condiciones responsables de su bloqueo. La ira se halla presente en cualquier situación de pérdida, daño o limitación de intereses y derechos que se plantee de forma inesperada y sorpresiva. Su función consiste bien en facilitar la autodefensa de la persona, bien en dotarla de los recursos que le permitan restablecer la posibilidad de conseguir sus fines.

La ira desempeña también un papel importante en la regulación de nuestras interacciones sociales. Algunos trabajos sugieren que el desarrollo de esta función se inicia entre los 4 y 6 meses de edad. Se ha propuesto que la aparición de las expresiones de ira está asociada al desarrollo de habilidades de medios-fines. Por tal se entiende la capacidad del bebé para comprender la relación entre sus acciones y los objetos deseados o metas.

La cólera infantil hace las veces de una señal social que estimula a sus cuidadores a ayudarle a mitigar su malestar (cambiándole el pañal, dándole de comer). Cuando el niño empieza a ganar autonomía motora, la ira de los padres moldea y pone límites a la conducta airada del niño. Durante la niñez y adolescencia, las expresiones de ira se rigen por la normativa familiar, pero además, por la grupal. En el adulto, las manifestaciones de ira indican a nuestro interlocutor que su conducta nos perjudica o daña y, en la medida en que éste la corrige, evitan la confrontación violenta. La ira es un arma de doble filo y, como tal, eventualmente también puede sesgar la valoración que hacemos de una situación social, induciéndonos a realizar inferencias hostiles que propician el comportamiento agresivo.

4.3. Activación de la ira

4.3.1. Efectos subjetivos de la ira

El sentimiento subjetivo de la ira se experimenta como un estado desagradable e intensamente activador. La persona se ve impulsada a emprender acciones que le permitan resolver con la mayor inmediatez posible la situación que ha dado pe a este estado emocional negativo. Puede expresarse de forma variada (irritación, furia, indignación).

Los estados de ira intensa se acompañan de un comportamiento escasamente reflexivo. Esta conducta poco sensata constituye un reflejo de la dificultad que tiene la persona airada para utilizar sus procesos cognitivos de forma eficaz.

En tales circunstancias, quedamos "cegados por la ira", en las que nuestra atención se encuentra polarizada en identificar las causas del afecto negativo en curso y en actuar sobre ellas a fin de restablecer el estado de cosas previo.

4.3.2. Correlatos neurobiológicos y psicofisiológicos de la ira

A) Correlatos neurobiológicos

La ira surge como resultado de la interacción de diferentes estructuras cerebrales:

  • Diencéfalo: Se identifica al hipotálamo como estructura clave en la respuesta de la rabia y furia.
  • Sistema límbico: complejo neural donde se produce la vivencia inconsciente de la ira. Entre su estructura, la amígdala posee especial relevancia, al igual que el septum.
  • Corteza cerebral: En el córtex prefrontal es donde surge la vivencia de las emociones conscientes, el sentimiento. Nos permite modular y adecuar nuestras reacciones emocionales.

B) Correlatos psicofisiológicos

La ira se encuentra entre las emociones que producen un mayor nivel de activación fisiológica. Para llevar a cabo sus funciones necesita:

  1. Actividad respiratoria y de la musculatura esquelética: Se produce un incremento de tensión mayor en determinados grupos musculares. Además, el ritmo respiratorio se torna más agitado y frecuente, si bien su amplitud tiene a mantenerse en niveles basales o próximos a ellos.
  2. Actividad cardiovascular: El corazón late con mayor frecuencia y se contrae con más fuerza. Incrementos en los niveles de presión sanguínea sistólica y diastólica.
  3. Actividad electrodérmica: Aumento de la conductancia de la piel y del número de fluctuaciones espontáneas que se producen en esta señal.
  4. Actividad endocrina: Aumento en la secreción de catecolaminas. Fuerza a las glándulas suprarrenales a segregar una mayor cantidad de adrenalina al torrente sanguíneo.

4.3.3. Expresión facial de la ira

La composición gestual del rostro de la expresión de ira es variada:

  1. Cejas:
    • UA-4: Contracción y descenso de las cejas, que tienden a converger de forma oblicua en el entrecejo
  2. Ojos:
    • UA-5: Elevación del párpado superior
    • UA-7: Párpado inferior elevado y en tensión, con reducción de la apertura palpebral
  3. Labios:
    • UA-23: Labios en tensión
    • UA-24: Labios contraídos y apretados
    • UA-10: Elevación del labio superior
    • UA-22: Contracción de los labios en forma de embudo
    • UA-25: Separación de los labios
  4. Nariz:
    • UA-38: Dilatación de los orificios nasales
  5. Boca:
    • UA-17: Elevación del mentón
    • UA-26: Descenso de la barbilla

En la composición de esta "cara de pocos amigos" intervienen, principalmente, los músculos superciliar, depresor del superciliar, piramidal, elevador del párpado superior, orbicular de los párpados, orbicular de los labios, elevador del ala de la nariz y mentoniano.

4.3.4. Expresión vocal de la ira

El vigor y el ritmo o tasa media con la que vibran las cuerdas vocales es mayor durante este tipo de episodios emocionales. No obstante, el patrón vocal asociado a la ira varía en función de la intensidad de esta emoción. Cuando alcanza cotas de cólera o intensa rabia ("ira caliente"), el habla se acelera y se torna más enérgica. En cambio, en la irritación o mero enojo ("ira fría") estas variaciones o no se dan o aparecen de forma mucho más atenuada.

4.3.5. Afrontamiento de la ira

La ira anima y modula las interacciones transaccionales entre la persona y el entorno, predisponiendo a aquélla a la acción inmediata sobre el medio. A tal fin, una medida temprana en el desarrollo de este proceso emocional consiste en afinar los mecanismos psicológicos y fisiológicos que permiten al individuo hacer frente a los obstáculos y amenazas que provienen del entorno. La emergencia de la ira provoca una interrupción de la conducta en curso y dirige el foco de atención hacia los factores que obstaculizan o intimidan y entorpece el desempeño eficaz de los procesos cognitivos, sesgándolos a su favor.

La persona airada afrontará la situación actuando sobre la circunstancia o estímulo que instigó su estado afectivo. Su objetivo será modificar o construir el obstáculo con el fin de restablecer las condiciones previas a su aparición. En el desarrollo de este propósito, las acciones del individuo pueden resultar violentas y causar daño.

La persona iracunda, también podrá preparar acciones dirigidas no ya a influir sobre el agente inductor de la ira, sino más bien al manejo de la propia emoción. Así, hablaremos de ira hacia dentro cuando el objetivo es suprimir la emoción, lo que genera irritabilidad e intensos sentimientos de enfado con uno mismo al no resolver el problema que generó este sentimiento negativo. Nos referimos a la ira hacia fuera cuando el objetivo es simplemente hacer explícito este sentimiento a quien consideramos que es causa del mismo. Aquí, el sujeto manifiesta la emoción a través de conductas agresivas, físicas o verbales.

Finalmente, el control de la ira persigue el dominio y modulación de la expresión de esta emoción, complementándose con la elaboración de planes y el desarrollo de acciones que tienen como fin resolver el problema que instigó la emoción.

4.4. Medida de la ira

  • El Sistema de Codificación de la Acción Facial
  • El Sistema de Codificación de Máxima Discriminación del Movimiento Facial
  • Inventario de ira de Novaco (NAI)
  • Inventarios y escalas de ira de Spielberger
  • State-Trait Anger Scale (STAS)
  • Anger Expression Scale (AX)
  • State-Trait Anger Expression Inventory (STAXI)
  • Inventario Multidimensional de ira (MAI)
  • Escala de Ira Subjetiva (SAS)

4.5. Consecuencias de la ira

4.5.1. Efectos sobre la conducta

Por una parte, la actividad cognitiva queda centrada sobre el instigador de la emoción. Por otra, se emprenden acciones orientadas a eliminar los agentes frustrantes que bloquean el acceso a una meta u objetivo deseado.

4.5.2. Efectos cognitivos de la ira

¿Cómo interactúan afecto (ira), cognición (hostilidad) y conducta (agresividad)? En una relación interpersonal, la emoción influye sobre los juicios sociales (valoraciones cognitivas) que efectuamos. A este respecto, y en cuanto a la agresividad se refiere, dos modos de influencia resultan especialmente relevantes:

  • La predisposición cognitiva ⇒ Se ha sugerido que las emociones predisponen o facilitan la ocurrencia de procesos cognitivos que son afines a su valencia afectiva (un sentimiento de alegría tiende a activar el recuerdo de información positiva). Del mismo modo, las inferencias hostiles constituyen la cognición congruente con el sentimiento de ira.
  • La profundidad del procesamiento ⇒ La ira nos hace menos reflexivos, induciéndonos a realizar más procesamiento heurístico espontáneo (superficial). Tendemos a hacer juicios rápidos basándonos en las características más superficiales y llamativas de la situación.

4.5.3. La ira patológica

Las dificultades en el manejo de la ira se han vinculado al desarrollo tanto de trastornos orgánicos como psicopatológicos.

Se ha hallado una estrecha relación entre un estilo específico de afrontamiento, conocido como patrón de conducta Tipo A, y el desarrollo de enfermedades coronarias. La activación frecuente del complejo ira-hostilidad se traduce en un aumento de la activación y reactividad psicofisiológicas, que propicia cambios orgánicos que dan pie a la aparición de la patología coronaria.

También se ha hallado un nexo entre determinadas estrategias de afrontamiento de la ira y la aparición de problemas cardiovasculares. Se ha observado un mayor grado de vulnerabilidad a la hipertensión entre las personas que habitualmente exhiben un estilo de afrontamiento de ira hacia dentro.

Por último, la ira de carácter poco adaptado y violento, aprende como un síntoma destacable en diversos cuadros psicopatológicos. Entre ellos, trastorno por déficit de atención, el estrés postraumático, el trastorno explosivo intermitente, la esquizofrenia paranoide o la psicosis maníaco-depresiva. También puede darse en los trastornos sádico, límite y paranoide de la personalidad.

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