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2.1. Definición de Alegría

La alegría es el sentimiento positivo que surge cuando la persona experimenta una atenuación en su estado de malestar, cuando consigue alguna meta u objetivo deseado (cuyo logro no necesariamente tiene que ser esperado), o cuando tenemos una experiencia estética (por ejemplo, la visión de un rostro agraciado o la contemplación de una bella escultura).

Generalmente, la alegría es una experiencia emocional de duración breve, aunque ocasionalmente puede experimentarse como un estado de placer intenso (a veces descrito como éxtasis).

Las manifestaciones específicas de la alegría vendrán determinadas por el grado de deseabilidad del acontecimiento desencadenante y por una serie de factores globales, que son:

  • La realidad del acontecimiento desencadenante (por ejemplo, imaginar que uno aprobará el curso tras haber realizado un gran esfuerzo, genera una reacción de alegría mayor que fantasear sobre hacernos ricos jugando a la quiniela)
  • La proximidad psicológica del acontecimiento, agente u objeto que induce la emoción (por ejemplo, en una escalada complicada con, supongamos, tres campos antes de hacer cima, el hecho real e inmediato de alcanzar el "campo dos" genera más alegría que la posibilidad futura de conquistar la cumbre)
  • La cualidad de inesperado (en general, los eventos agradables inesperados se evaluarán más positivamente que los esperados)
  • El nivel de activación o excitación fisiológica (cuando experimentamos esta activación como parte de la reacción que tenemos ante la situación inductora de la emoción, la intensidad del estado emocional subsiguiente puede verse intensificada)

El interjuego de estas variables determinará la intensidad del sentimiento de alegría y sus formas específicas, que pueden oscilar desde el simple ‚estar contento o satisfecho por‛ a estados de éxtasis o de euforia de grado variable.

2.2 Características de la alegría

2.2.1. Desencadenantes de la alegría

La emoción de alegría surge cuando la persona evalúa el objeto o acontecimiento como favorable a la consecución de sus metas particulares. Por tanto, si el objeto o evento percibido genera un efecto que el individuo valora como deseable y afín al logro de un objetivo anhelado, entonces surgirá un sentimiento de alegría, que será tanto más intenso cuanto mayor sea el grado en el que el acontecimiento resulta deseable.

De acuerdo con esta concepción cognitiva, podríamos clasificar en dos apartados los desencadenantes de esta emoción:

  1. Aquellos que atenúan o eliminan contingencias negativas ⇒ Se incluyen aquí circunstancias tales como el alivio del dolor físico (por ejemplo en un paciente con cáncer), la disponibilidad de alimento o bebida tras un período de ayuna prolongado (en una víctima de la hambruna), la posibilidad de tener contactos sociales (en un anciano que vive en soledad), la resolución favorable de una situación crítica para la propia vida (ser rescatado tras un naufragio o un accidente) o la mitigación de emociones negativas (superar una prueba que produce ansiedad o el reencuentro con un ser querido).
  2. La ocurrencia de acontecimientos positivos ⇒ Esta categoría engloba circunstancias como la estimulación placentera (por ejemplo, ser acariciado), concertar una cita amorosa, ganar un premio en la lotería, ser apreciado o estimado por otros (ser objeto de un cumplido o resultar atractivo para otra persona), tener una experiencia estética (contemplar un bello paisaje, oler una aroma agradable), o recibir reconocimiento profesional (la expresión de alegría de Almodóvar al recoger su Óscar o el del administrativo que recibe reconocimiento a su labor por parte de un superior).

Ambos tipos de desencadenantes pueden generar sentimientos de alegría aún cuando quien los sufre es otra persona. Podemos sentirnos contentos por los logros de otros o la mejoría en el estado de precariedad de una persona con la simpatizamos (la promoción laboral de un amigo íntimo). De modo similar (si bien éticamente cuestionable) podemos sentirnos regocijados por la desventura de otro al que, evidentemente, no procesamos afecto alguno (la alegría por el mal ajeno). En este caso, la intensidad de la emoción estará determinada por:

  1. El grado en el que el acontecimiento indeseable para la otra persona es deseable para uno mismo
  2. El grado en el que se estima que el acontecimiento es indeseable para la otra persona
  3. El grado en el que la otra persona merecía el acontecimiento
  4. El grado de desprecio o inquina sentido por el otro

Por último, la alegría hilarante (aquélla que cursa con sonrisas, risas o carcajadas) posee unos desencadenantes peculiares. Así, la exposición a situaciones cómicas o chocantes (chistes, bromas, anécdotas graciosas) o determinado tipo de estimulación táctil (cosquillas), actúan como un potente activador de este tipo de emoción. Pero también, la contemplación de otros que se hallan bajo tal estado emocional, el uso de determinadas sustancias químicas (por ejemplo, el gas de la risa) o, incluso, la transgresión de determinadas normas o tabúes, pueden inducir la ocurrencia de esta experiencia emocional.

2.2.2. Factores moduladores de la alegría

Existen personas con una predisposición especial para sentir regocijo en situaciones mínimamente inductoras de esta emoción. Otras, en cambio, únicamente se sienten alborozadas bajo circunstancias extremadamente chocantes. Y otras, atenazadas por la patología, son incapaces de sentir o de expresar no sólo ya esta emoción sino cualquier tipo de afecto, ya sea positivo o negativo.

Diversos factores son responsables de esta diversidad en la experiencia emocional de la alegría. Pasamos a verlos a continuación.

2.2.2.1. Patrón de personalidad

En general, la manifestación de un carácter extrovertido se asocia frecuentemente con una mayor experiencia de afecto positivo. La jovialidad, uno de los factores englobados en el rasgo general de extroversión, desempeña una función clave en relación a la emoción de alegría, actuando como un facilitador de la inducción de este afecto positivo. Un nivel alto de este factor señala una elevada predisposición de la persona para experimentar alegría y expresarla en forma de risa ante estímulos adecuados.

Por el contrario, la seriedad o el malhumor frenan o imposibilitan el afloramiento del júbilo. La persona seria no quiere verse inmersa en interacciones en las que priman la jovialidad y el humor. El individuo malhumorado, con frecuencia triste, no sólo no quiere sino que tampoco, aunque lo desee, puede.

Estos tres constructos afectivos (jovialidad, seriedad y malhumor) han sido articulados en un "modelo factorial de jovialidad estado-rasgo". Se concluye que la jovialidad es un mejor predictor de alegría que la extroversión.

Por otra parte, se ha constatado la existencia de un efecto acumulativo en virtud del cual la exposición a sucesivos episodios de alegría produce un aumento del nivel de jovialidad.

2.2.2.2. Consumo de sustancias

Los parámetros habituales (frecuencia, intensidad, duración...) que definen nuestra particular expresión de alegría pueden verse modificados cuando nos encontramos bajo los efectos de determinadas drogas. En esta categoría se encuentran el alcohol y las drogas psicoactivas del tipo de los alucinógenos (por ejemplo, el ácido lisérgico), los opiáceos (la heroína) y los estimulantes (la anfetamina). Característica común a todas ellas en su capacidad para modificar el umbral de inducción de esta emoción, inhibiendo o facilitando su manifestación en función de la dosis, de la tolerancia y del tiempo transcurrido desde su administración.

La intoxicación inducida por estas sustancias puede llevarnos a un estado de alborozo o euforia intensa bajo el que estímulos o situaciones irrelevantes pueden actuar como poderosos activadores de la alegría. En estos casos, la sonrisa auténtica (tipo Duchenne) frecuentemente no se adecua a las circunstancias (la persona "bebida" que se muestra sonriente y afectuoso con el policía que está tramitando su detención en un control de alcoholemia).

La manifestación de estos efectos depende del grado de tolerancia de la persona al estupefaciente. Del mismo modo, cuanto mayor sea el tiempo transcurrido desde su administración, menor será el efecto euforizante de la sustancia.

2.2.2.3. Contexto sociocultural

La expresión emocional de la alegría está sujeta a normas culturales estrictas adquiridas durante el proceso de socialización del individuo y que determinan cuándo, dónde y con quién puede expresarse esta emoción.

El efecto regulador de la socialización sobre la expresión de la alegría no tiene un carácter discreto sino que se extiende a lo largo de un continuo de intensidad. Así, la expresión de júbilo se atenúa o acentúa más o menos en función de la norma social y sólo en raras ocasiones resulta inhibida.

2.2.3. Procesamiento cognitivo de la alegría

A) Evaluación afectiva de la situación

  • NOVEDAD ⇒ El proceso se inicia ante un objeto, persona, situación o acontecimiento (una obra de arte, una nota favorable en un examen), cuya aparición o desarrollo sucede con una rapidez alta o media, es decir, tiene un marcado matiz de sorpresa. Su ocurrencia difícilmente podría haber sido anticipada por el individuo.
  • AGRADABILIDAD ⇒ Este estímulo inicial o desencadenante es valorado de forma positiva, resulta placentero o agradable para la persona.

B) Valoración de la situación

  • SIGNIFICACIÓN ⇒ El suceso posee una alta relevancia para el individuo tanto en lo referente a su estado general de bienestar como en cuanto a la relación con su entorno social, a los vínculos e interacción que mantiene con sus iguales. La ocurrencia del evento no es esperada, pero sí tenemos la certeza de sus consecuencias positivas (aprobar una asignatura dura).
  • AFRONTAMIENTO ⇒ El motivo causante de la situación puede ser otra persona, un objeto o circunstancia sobre el que el sujeto puede ejercer poco control y al que, dado su cariz agradable, es fácil adaptarse.
  • NORMAS ⇒ La expresión de alegría, aunque espontánea y desbordante, está condicionada por el contexto sociocultural en el que tiene lugar el evento. En general, el grado de de intimidad y proximidad afectiva determina el modo de expresión emocional (cuando existe intimidad, la alegría se expresa de forma desinhibida mientras que, ante desconocidos o en situaciones protocolarias, tienden a moderarse y a adaptarse a las normas sociales).

2.2.4. Funciones de la alegría

Resulta obvia la función adaptativa que desempeñan las emociones, pero ¿de qué modo contribuye la alegría a la adaptación del individuo al entorno? Encontramos la respuesta en los efectos que genera la alegría:

  • Efectos biológicos: La alegría podría actuar como una emoción que atenúa la respuesta fisiológica al estrés, o que agiliza el reajuste homeostático del organismo tras afrontar una situación de este tipo.
  • Efectos psicológicos: La alegría reduce la ansiedad y el enfado, atemperando la disposición a la agresividad. Además, mitiga la inhibición asociada a la impotencia para resolver un determinado problema, facilitando la posibilidad de explorar nuevas alternativas de afrontamiento. También actúa como reforzador intrínseco que lleva a la persona a esforzarse y persistir en la consecución de metas específicas y que le permite disfrutar de actividades objetivamente poco gratificantes.
  • Interacción social: La expresión alegre informa al interlocutor de nuestra buena disposición para iniciar y/o mantener una relación interpersonal o comunicativa. Algunos componentes de la alegría son aprendidos y están cargados culturalmente (por ejemplo, la sonrisa fingida). Otros, en cambio, tienen una alta determinación genética, se activan en etapas tempranas de la vida y sirven de base para el desarrollo de los componentes culturales de la expresión emocional de alegría.
  • Papel regulador de la interacción: La retirada del gesto risueño en la interacción es interpretada por el adulto como señal de que se desea finalizar la interacción o de que ésta ha perdido su carácter agradable. La sonrisa (en este caso, siempre falsa) se utiliza no sólo para favorecer la interacción de carácter amistoso, sino también para inhibir el comportamiento hostil de los demás hacia nosotros.
  • Desarrollo de conductas prosociales: La alegría desarrolla conductas para cooperar con los demás o prestarles ayuda cuando nos la solicitan.

2.3. Activación

2.3.1. Efectos subjetivos de la alegría

La experiencia emocional subjetiva o sentimiento de alegría es experimentada por la persona como una vivencia placentera y de carácter reforzante. El sujeto se siente complacido, embargado por el júbilo, en un estado de éxtasis de intensidad variable y con una disposición de ánimo eufórico. Estos sentimientos dan pie a una actitud optimista en el afrontamiento de las vicisitudes que se plantean en la vida cotidiana, favorecen el incremento de la autoestima y de la confianza en las propias capacidades.

Este conjunto de experiencias subjetivas han sido recogidas bajo diferentes denominaciones: auto-actualización, ego-resiliencia, emocionalidad positiva, autonomía, optimismo aprendido o experiencia de flujo. También denominadas vivencias autotélicas o autogratificantes (actividades creativas, música, deporte).

2.3.2. Correlatos fisiológicos de la alegría

Los episodios de alegría hilarante afectan a los siguientes sistemas:

  1. Actividad respiratoria y de la musculatura esqueletal:
    • Disminución del tono muscular
    • Movimientos paroxísticos del tronco y hombros
    • No altera el ritmo respiratorio pero sí induce cambios en el ciclo inspiración-espiración, determinando una mayor frecuencia expiratoria y la participación activa de los músculos respiratorios
    • Producción de movimientos sacádicos de baja amplitud y alta frecuencia (el típico "ja-ja")
  2. Actividad cardiovascular:
    • Ligera aceleración de la frecuencia cardíaca
    • Cambios al alza en los niveles de presión sanguínea sistólica y diastólica y en el volumen sanguíneo periférico
  3. Actividad electrodérmica: Notorias fluctuaciones
  4. Actividad endocrina: Modificaciones endocrinas diversas
  5. Otros:
    • Relajación momentánea del esfínter uretral (expulsión de orina)
    • Secreción profusa de lágrimas ("llorar de risa")

2.3.3. La expresión facial de la alegría

La expresión de la alegría se acompaña de los siguientes gestos faciales:

  1. Ojos:
    • UA-6: Elevación de los pómulos y estrechamiento de la apertura palpebral
  2. Labios:
    • UA-12: Elevación y retraimiento bilateral de la comisura labial
    • UA-25: Separación de los labios

La expresión de alegría varía en función de la intensidad de la emoción (de más suave con un gesto sonriente hasta llegar a la carcajada acompañada de diversos cambios posturales)

2.3.3.1. Tipos de sonrisa

Ekman y Friesen distinguen tres tipos básicos de sonrisa: sonrisa sentida o genuina, sonrisa falsa o fingida, y sonrisa enmascaradora o miserable.

La sonrisa sentida o genuina: También llamada sonrisa auténtica o de Duchenne. El despliegue de este tipo de sonrisa implica la contracción de los músculos cigomático mayor y de la porción orbital del orbicular del párpado.

Dicho músculo sólo puede ser activado de manera involuntaria, cuando la persona está experimentando una emoción positiva.

La acción combinada y bilateral de ambos grupos musculares, cigomático y orbicular, es responsable del estiramiento de los labios, elevación de las mejillas y el angostamiento de la apertura palpebral. Cuando esta sonrisa se esboza en el rostro, lo hace como un indicador fiable de la experiencia emocional subyacente, es decir, el gesto facial confluye con el sentimiento de alegría convirtiéndose en indicio objetivo de éste (por ejemplo, un reencuentro en el aeropuerto con nuestros seres queridos).

La sonrisa falsa o fingida: El gesto risueño es un gesto afectivamente vacío que trata de aparentar un sentimiento positivo que realmente no está ocurriendo. Mediante esta sonrisa simulamos experimentar alegría (por ejemplo, cuando somos corteses escuchando un chiste sin gracia, la sonrisa de las fotos de carné). No debe confundirse con un gesto hipócrita. La expresión risueña juega un papel clave en la interacción social y no siempre tiene por qué estar avalada por una emoción positiva.

Se produce una contracción muscular mucho menos intensa con una expresión menos marcada del gesto. El músculo cigomático no eleva de forma tan acusada las mejillas y la falta de activación del orbicular se deja ver en la ausencia de los típicos pliegues en las comisuras palpebrales externas ("patas de gallo"), que provoca su contracción.

La sonrisa enmascaradora o miserable: La persona experimenta en realidad una emoción negativa (miedo, ansiedad, tristeza) e intenta ocultarla aparentando un sentimiento positivo. La persona, por cortesía, interés o vergüenza no desea dejar traslucir sus ‚miserias‛ emocionales. La tarea es doble: no sólo debe componer una expresión afectiva (por ejemplo, alegría) sino que además tiene que inhibir otra (por ejemplo, tristeza). Tienden a combinarse elementos de la sonrisa auténtica con otros que no son propios de la emoción en curso. (por ejemplo, la "risa nerviosa", con la que camuflamos el miedo o la ansiedad que nos produce determinada situación).

¿Cómo podemos diferenciar una sonrisa auténtica de una falsa? En las dos modalidades de sonrisa falsa se da:

  1. Una baja o nula activación del músculo orbicular de los párpados. Además, la distribución del gesto en la cara puede presentar diferentes grados de asimetría.
  2. Se suele amalgamar elementos tanto de la emoción aparente como de la real.
  3. La expresión emocional se desdibuja de forma súbita, sin la degradación progresiva que caracteriza a la sonrisa auténtica, o bien se manifiesta intencionadamente durante períodos de tiempo más extensos que los que le son propios.
  4. En la sonrisa auténticamente emocional (Duchenne) las órdenes motoras que componen el gesto facial correspondiente parten de la región cingulada anterior, del córtex límbico y de los ganglios basales. En cambio, en las sonrisas no emocionales (falsa y enmascaradora) únicamente implican la corteza motora y su sistema piramidal. En estos casos el gesto se construye de forma voluntaria mientras que en la sonrisa genuina se hace de modo inconsciente.
  5. La lesión en determinadas áreas del córtex motor da lugar a parálisis facial, es decir, no puede sonreír a propósito. Sin embargo, sí puede ante una situación emocional positiva sin ninguna dificultad. Las lesiones en el sistema límbico y/o los ganglios basales da lugar a una parálisis facial inversa o emocional, es decir, el paciente puede sonreír sin emoción, pero no puede ante una emoción positiva.
  6. La risa, que expresa estados de alegría más acusados, conlleva un soporte muscular más complejo que la sonrisa. Además de los músculos antes citados, también participan el risorio, el mentoniano, el depresor del ángulo de la boca, el bucinador y el masetero. Con la risa, pueden darse movimientos de las extremidades y del tronco.

2.3.4. La expresión vocal de la alegría

El conjunto de gestos y posturas que caracterizan a la alegría y a su manifestación hilarante se acompaña también de vocalizaciones. En general, la persona tiende a elevar el tono de la voz y a aumentar su sonoridad, al tiempo que introduce un mayor número de variaciones tonales en su discurso. Cuando la alegría se manifiesta en forma de risa se emiten una amplia variedad de sonidos (los típicos "ja-ja" o "je-je"). Otros patrones ("jo-jo" o "ju-ju") no se asocian con una expresión desinhibida de la alegría.

2.3.5. Afrontamiento de la alegría

La emoción de alegría plantea a la persona un bajo nivel de demanda, es decir, aquélla dispone de recursos suficientes para hacer frente a los requerimientos. La alegría facilita el restablecimiento de diferentes parámetros biológicos y psicológicos alterados durante el proceso emocional negativo, actuando también como un atenuador de los efectos generados por el afrontamiento de potenciales situacionales de estrés.

A nivel cognitivo, esta emoción genera en la persona una actitud más positiva en cuanto a la categorización y afrontamiento de la realidad. Bajo un estado emocional alegre se optimiza el rendimiento cognitivo y mejoran las tendencias afiliativas y relacionales de la persona.

2.4. Medida de la alegría

Se utilizan principalmente dos sistemas de codificación de la expresión facial, además de otros alternativos:

  • Sistema de Codificación de Acción Facial (FACS), de Ekman y Friesen
  • Sistema de Codificación de Máxima Discriminación del Movimiento Facial (MAX), de Izard
  • FAST (Facial Affect Scoring Technique), de Ekman, Friesen y Tomkins, que facilita el reconocimiento de diferentes expresiones faciales proporcionando una especie de catálogo atlas detallado de las mismas
  • Modelo factorial de "jovialidad estado-rasgo", de Ruch, en el que se articulan tres constructos afectivos: jovialidad, seriedad y malhumor.

2.5. Consecuencia de la alegría

2.5.1. Efectos cognitivos de la alegría

Los sentimientos positivos, en general, actúan como señales que facilitan el recuerdo de información positiva. Las personas a las que se ha inducido un estado de ánimo alegre recuerdan más información de índole positiva que aquéllas cuyo estado emocional no ha sido manipulado en forma alguna (grupo de control).

En cambio, los participantes bajo un estado emocional atribulado (por ejemplo, la tristeza) no recuerdan más material negativo que los controles. Cuando nos encontramos bajo el influjo de un afecto positivo nos volvemos cautelosos con el fin de preservar durante el mayor tiempo posible este estado, desatendiendo así la información negativa. Además, evitamos implicarnos en actividades complejas o poco gratas cuyo afrontamiento podría desestabilizar nuestro afortunado estado emocional. En base a este principio hedónico, cuando nos hallamos bajo el influjo de un afecto negativo intentamos zafarnos de él evitando también la información negativa, pero mostramos mejor disponibilidad para implicarnos en cualquier tipo de actividad, buscando algún revulsivo que mejore nuestro estado de ánimo. En general, los sentimientos positivos promueven conductas y actividades que alientan el gozo y mantenimiento de este afecto.

El afecto positivo reporta importantes beneficios cognitivos. Además de los efectos sobre la memoria, incrementa la flexibilidad cognitiva, promoviendo una mayor ductilidad y amplitud en la organización y delimitación de las categorías mentales y facilitando así la génesis de soluciones creativas e innovadoras a los problemas.

2.5.2. Conducta social y alegría

El afecto positivo influye sobre diferentes aspectos de nuestra conducta social, haciéndonos más generosos, incrementando nuestra inclinación a prestar ayuda y a asumir responsabilidades. Contribuye a crear nuevos lazos sociales o a estrechan aún más los ya existentes. Tanto el apoyo social como los vínculos de amistad constituyen mecanismos altamente adaptativos.

2.5.3. La alegría patológica

Ocasionalmente, el sentimiento de alegría pierde su carácter adaptativo dando paso a un estado emocional alterado desprovisto de las características funcionales y experienciales propias de este afecto positivo. Hablamos de hipomanía en referencia a su forma más moderada y manía para identificar su manifestación más extrema.

Durante el episodio maníaco se producen alteraciones cognitivas que se traducen en sentimientos de grandiosidad y exaltación de la propia estima. El paciente valora en exceso la importancia de su persona y se considera factor de grandes logros (inventos, hazañas). La manía puede incluir o no síntomas psicóticos. Cuando se producen, se da una exageración de las capacidades y posibilidades reales del paciente.

La persona maníaca experimenta una exaltación de vitalidad, acompañada de regocijo, bienestar y euforia. Su necesidad de sueño se reduce a 3 ó 4 horas presentando hiperactividad. El paciente despliega un discurso continuo, acelerado y explosivo, en un tono de voz elevado y abundantes gestos, y se alternan contenidos de matiz imperativo, humorístico o insultante. La hiperactividad adopta la forma de promiscuidad sexual, compromiso político excesivo o preocupación religiosa. La combinación de juicio social defectuoso y sensación de grandeza puede dar lugar a despilfarros, pésimas decisiones financieras o conductas peligrosas.

Con frecuencia, el humor eufórico se convierte en irritabilidad, hostilidad y agresividad. El paciente insulta abiertamente y agrede a los demás, con total desprecio a las normas sociales. Esta actitud deriva a menudo hacia estados depresivos y da lugar a cuadros psicopatológicos del tipo de los trastornos bipolares y de la ciclotimia.

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