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Para terminar la caracterización del proceso emocional, es necesario hacer referencia a la dinámica emocional. Las emociones presentan en su desarrollo dos procesos secuenciales y diferenciados:

  • En primer lugar, aparece el proceso emocional primario, que se caracteriza por su brevedad temporal y por presentar una secuencia característica. Así, el desencadenante elicita la respuesta emocional de forma inmediata, la cual tiene un tiempo de reacción muy corto, llega a su máximo nivel de intensidad o amplitud en un breve espacio de tiempo y, una vez que desaparecen las condiciones desencadenantes, la respuesta emocional se atenúa.

  • Pero a cada proceso emocional primario le sigue un proceso oponente, que es también parte del proceso emocional, que se caracteriza por ser una respuesta emocional de propiedades contrarias a la respuesta inicial o proceso emocional primario. Este proceso oponente tiene una secuencia caracterizada por poseer un tiempo de reacción largo, que llega a su máxima intensidad lentamente y una vez que desaparecen las condiciones desencadenantes, su atenuación es también lenta.

La respuesta emocional manifiesta es el resultado de la activación subyacente de estos dos procesos.

La secuencia temporal de la respuesta emocional se manifiesta, en primer lugar, ante la aparición del desencadenante, se produciría un rápido inicio del proceso emocional primario. El proceso emocional primario alcanzaría rápidamente su máximo nivel de intensidad y sería el responsable de las consecuencias emocionales que se manifestasen. Si se mantienen las condiciones desencadenantes, el proceso primario se va adaptando mientras se inicia lentamente un proceso de estabilización. Con la desaparición del desencadenante se inicia el proceso oponente. Cuando el proceso primario y oponente se igualan en intensidad, se produce una neutralización del proceso emocional. Posteriormente, se inicia rápidamente el proceso primario; cuando la intensidad del proceso oponente supera a la del proceso primario, será este proceso el que produzca sus consecuencias emocionales, hasta que lentamente se produzca la adaptación y caída del mismo.

La experiencia emocional subjetiva que tiene lugar como consecuencia del proceso oponente es la suma de la producida por la respuesta emocional primaria y por la propia respuesta oponente.

La respuesta emocional primaria se debilita con la presencia repetida del desencadenante, y la respuesta oponente se debilita por la falta de uso.

No obstante, existen excepciones a esta dinámica, puesto que no todas las emociones producen un proceso oponente y no siempre el proceso oponente mantiene una dirección contraria a la del proceso primario. En primer lugar, la respuesta emocional inicial de la persona para una situación concreta puede provocar un comportamiento que cambia la situación, por lo que una nueva evaluación valorativa es inevitable –ley del cuidado con las consecuencias-. En segundo lugar, la respuesta emocional de la persona a la situación también se convierte en una parte de la situación y también puede ser valorada, lo que dará lugar a más emociones. Finalmente, las emociones pueden influenciar más cogniciones facilitando las valoraciones correspondientes.

Las emociones pueden influenciar las cogniciones facilitando las valoraciones correspondientes. (Si estoy feliz, suelo ver resultados positivos).

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