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Según Kurt Lewin (1951), no hay nada más práctico que una buena teoría. Desde este presupuesto y con la intención de ofrecer modelos integradores y heurísticos que guíen futuras investigaciones, se presentan en este apartado las dos teorías integradoras sobre las emociones más recientes.

1. Una teoría neurofuncional e integradora de las emociones humanas

Recientemente Koelsch y cols., 2015 han propuesto una teoría neurofuncional e integradora de las emociones humanas a la que han denominado Teoría del cuarteto de las emociones humanas (The quartet theory of human emotions). Es una teoría que integra la psicología, la neurobiología, la sociología, la antropología y la psicolingüística con el objeto de avanzar en el conocimiento de las emociones humanas y sus correlatos neurales. Aunque se basa en datos experimentales ya comprobados, la teoría en sí aún no está comprobada experimentalmente; por lo que se presenta en este apartado con el objeto de que los alumnos conozcan los últimos planteamientos en este campo de investigación. Además, estos planteamientos tienen un alto valor heurístico e intelectual al proporcionar una visión integrada del procesamiento emocional.

Estos autores, proponen que hay cuatro tipos de emociones (las de activación ascendente, el miedo/placer, el apego y las relacionadas con los aspectos morales) que se originan en cuatro regiones neuroanatómicas diferentes (tronco cerebral, diencéfalo, hipocampo y corteza orbitofrontal). Postulan que estos cuatro sistemas afectivos han surgido en momentos evolutivos diferentes y que cada uno de ellos es capaz de generar una clase específica o una cualidad de los afectos. Sugieren que estos sistemas interactuarían entre ellos y que la actividad resultante también interactuaría con los sistemas emocionales efectores.

Estos sistemas emocionales efectores incluyen sistemas motores (que producen acciones, tendencias hacia la acción y la expresión motora de las emociones), procesos de activación fisiológica periférica y sistemas de memoria y atención. La actividad de los sistemas afectivos y efectores estaría integrada en un sentimiento subjetivo preverbal que puede ser transformado o reconfigurado en un código simbólico como es el lenguaje.

Además, la evaluación cognitiva consciente, que involucraría al pensamiento racional, lógico y normalmente al lenguaje, podría regular, modular e iniciar en parte la actividad de los dos sistemas.

El sistema afectivo centrado en la corteza orbitofrontal, transformaría de modo rápido y automático la información que le llega (tanto interna como externa) en una primera valoración cognitiva y generaría de modo automático y no consciente los marcadores somáticos descritos en los apartados correspondientes de este capítulo. Tendría una función crucial en el procesamiento rápido, automático de las emociones y en la generación de afectos morales. El sistema afectivo centrado en el hipocampo estaría relacionado con las emociones implicadas en el apego, y por tanto en el cuidado de los miembros de la especie y la creación de vínculos sociales. El sistema afector centrado en el diencéfalo, el tálamo y el hipotálamo controlaría y regularía las funciones endocrinas y los componentes vegetativos de las reacciones emocionales, así como la motivación necesaria para la satisfacción de las necesidades corporales. Y, por último, el sistema afectivo centrado en el tronco del encéfalo, tendría una función relevante en la activación ascendente a través de las proyecciones colinérgicas y monoaminérgicas, modulando la atención, la alerta y los ciclos de vigilia y sueño. Su activación también proporcionaría las sensaciones de fuerza y coraje para el emprendimiento de las acciones correspondientes.

2. Modelo integrador multi-jerárquico de los procesos corporales de la emoción

Aunque el estudio de los estados emocionales ha recibido mucha atención en las ciencias cognitivas y en las neurociencias, aún no existe un modelo que sintetice e interrelacione la creciente literatura dentro de un marco neurocognitivo. Con el propósito de proponer una hipótesis que integre este marco, Smith y Lane (2015) sugieren un modelo que integra los modelos basados en la valoración cognitiva, en la experiencia emocional y en la regulación emocional que se basa en la idea de que las emociones se producen a través de una serie de mecanismos de valoración, algunos de los cuales requieren un sistema de procesamiento cognitivo más sofisticado y, por tanto, más tiempo de procesamiento.

Estos autores sugieren que la percepción de las propias emociones implica un proceso interoceptivo/somatosensorial a través del cual los patrones de los estados corporales son detectados y asignados a un significado conceptual emocional y proponen que la regulación de la emoción puede ser comprendida como un sistema de control jerárquico que, a varios niveles, modula las reacciones autonómicas, los mecanismos de valoración, la atención, los contenidos de la memoria de trabajo, y la selección de acciones con un fin determinado.

Este modelo se inscribe dentro de lo que los autores describen como Las teorías corporales de la emoción.

Estas teorías, en contraste con las cognitivas, están más relacionadas con las percepciones que con los pensamientos, aunque no niegan que las emociones pueden ser elicitadas por pensamientos, constructos, o juicios evaluativos no asumen que siempre los pensamientos conlleven emociones (Zajon, 1984); aunque proponen que emociones y pensamientos tienen diferentes circuitos, señalan que hay que tener en cuenta que aunque se produzcan procesos emocionales a nivel subcortical, también la cognición es necesaria en otros procesos emocionales más complejos. Estas teorías tienen sus antecedentes en las planteadas por James-Lange que han sido desarrollados por Damasio.

El modelo integrador que proponen Smith y Lane (2015) se basa en las siguientes premisas:

  1. la experiencia emocional incluye sistemas perceptuales y reguladores;
  2. cada uno de esos sistemas está organizado jerárquicamente;
  3. los sistemas de valoración emocional requieren mecanismos iterativos de ajuste de los estados cognitivos y somáticos;
  4. los estados emocionales corporales son detectaos a través de una vía jerárquica interoceptiva y
  5. la regulación emocional tiene lugar a través de un control jerárquico de control de los estados somáticos y de mecanismos de valoración.

Proponen que cuando una representación sensorial o conceptual de un estímulo es activada, se representa un proceso jerárquico de valoración retroalimentativo (Brosch y Sander, 2013). Estas representaciones sensoriales o conceptuales pueden ser iniciadas por la percepción de un estímulo externo o por la imaginación de un estímulo, como puede ser el recuerdo de un episodio que reactive los mismos procesos sensoriales y conceptuales almacenados (Danker y Anderson, 2010).

Cuando los mecanismos de valoración detectan un contenido emocionalmente relevante pueden disparar un mecanismo de feedback que reajuste el estado corporal así como las maneras de procesar cognitivamente la emoción, por ejemplo, desviando la atención, tomando una decisión, etc., a través de las interacciones con diferentes niveles de regulación de la jerarquía.

Smith y Lane (2015) consideran que en los niveles más bajos de regulación de la jerarquía las valoraciones de la relevancia de un estímulo disparan muy rápidamente tanto una reacción corporal como cambios atencionales a través de la amígdala y su influencia moduladora sobre el hipotálamo, el bulbo raquídeo y las cortezas sensoriales.

Por otra parte, los mecanismos de valoración mediados por procesos frontales y que tienen en cuenta la congruencia con los objetivos y los valores de la persona, requieren un proceso más lento de procesamiento por lo que tienen lugar una vez que el primer mecanismo más automático ya se ha puesto en marcha. Este segundo proceso puede redefinir y modular las primeras valoraciones y modificar las primeras respuestas corporales vía interacciones descendentes y puede concluir con una representación estable del significado afectivo mediado por la CPFvm (Roy y cols., 2012), que puede ser utilizado para dirigir la acción hacia un objetivo concreto en los niveles más altos de la jerarquía.

Finalmente, mientras ese mecanismo de valoración puede disparar un conjunto de procesos cognitivos para cambiar la situación y el estado corporal asociado a una emoción determinada, también es posible que estos mecanismos activen, de modo predictivo, representaciones de percepciones de estados corporales o representaciones de conceptos emocionales («como si») (Damasio, 1996), lo que puede permitir a la CPFvm generar diferentes representaciones corporales, basadas en los mecanismos de aprendizaje, con diferentes valencias que guíen la toma de decisiones incluso en ausencia de suficiente feedback corporal (Guptaet y cols., 2011).

Siguiendo el modelo de Smith y Lane (2015), la jerarquía de percepción corporal puede también considerarse una jerarquía de percepción de las emociones.

Cuando se dispara un cambio en un estado emocional corporal y éste es posteriormente modulado por la valoración jerárquica y los mecanismos reguladores, señales aferentes transmiten esos cambios al momento a través de varias regiones cerebrales cuyo nivel de representación puede ser conceptualmente resumido en tres niveles: en el primer nivel de la jerarquía, las representaciones de la actividad de diferentes partes del cuerpo parecen tener lugar en los núcleos del bulbo raquídeo y en la ínsula posterior (Craig, 2002, 2003; Saper, 2002).

En el segundo nivel, los patrones de actividad de toda la actividad corporal son generados a través de la integración de todas las representaciones del primer nivel en la ínsula medial y anterior, estas representaciones corresponderían a sentimientos fenomenológicamente diferentes cuando estas sensaciones son conscientes (Craig, 2009, 2011; Critchley y cols., 2004; Medford y Critchley, 2010). En el tercer nivel, las representaciones son derivadas a la CCA rostral, a la CPF medial y a la Corteza Temporal Lateral Anterior a través de la integración de los múltiples procesos del segundo nivel.

Esto es, mientras que cada patrón corporal puede asociarse a una categoría de emociones, puede haber más de un patrón corporal en cada categoría conceptual de las emociones. También las expectativas pueden modular de modo descendente qué tipo de representaciones del tercer nivel son seleccionadas y por tanto influir en cómo cada persona interpreta el significado emocional de sus sensaciones corporales.

Así, en este modelo, mientras que la CPFvm estaría involucrada en la valoración a un nivel más alto de procesamiento del estímulo en su contexto y sus influencias asociadas sobre la actividad autonómica, selección de la acción, etc., la CCA rostral y la CPF medial estarían involucradas en un nivel más alto de evaluación sobre el significado emocional del estado corporal sentido. Aunque las representaciones de cada uno de estos tres niveles perceptuales podrían ser activadas inconsciente y automáticamente, también podrían llegar a ser conscientes en virtud de procesos atencionales moduladores y seleccionadores de determinados estímulos (Dehaene, 2014). Esto es, si los procesos atencionales frontales y parietales y los mecanismos asociados relacionados con la memoria de trabajo seleccionan esas representaciones como relevantes para la persona, las representaciones de los niveles segundo y tercero podrían mantenerse en un estado activo y sus señales ser utilizadas por regiones de control ejecutivo como la CPFvl, la CPFdl, la CPFdm, la CCAd y la Corteza Parietal posterior, que, a su vez, guiarían los pensamientos y las acciones conscientes.

Según Smith y Lane (2015), en todos los niveles de la jerarquía existirían mecanismos autorreguladores, hasta llegar al último nivel, el cual se asocia al control voluntario de la regulación emocional y con la consciencia. Este sistema sería entonces capaz de utilizar toda la información en una cognición secuencial y controlada para adoptar voluntariamente estrategias cognitivas y conductuales para regular las respuestas emocionales.

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