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La evaluación conductual nos permite recoger información para tomar decisiones terapéuticas; se lleva a cabo durante todo el proceso de intervención, aunque su máxima relevancia está al principio y antes de comenzar el mismo. Se identifican las conductas que integran el problema adictivo y las variables que han permitido su aparición y mantenimiento, se establecen objetivos se seleccionan las técnicas de tratamiento y se valoran los resultados de la intervención a lo largo de la misma, al finalizar y en el seguimiento. Con una buena evaluación conductual conoceremos la conducta o conductas problema, las variables que la mantienen y se puede llegar a una formulación lo más exacta posible del problema. Para lograr una buena evaluación conductual disponemos de distintos instrumentos de evaluación como entrevistas clínicas, estructuradas y no estructuradas, autoinformes, cuestionarios, autorregistros, pruebas psicofisiológicas, entrevistas con personas significativas, etc.

Es necesario llegar a un diagnóstico del trastorno (DSM-IV o CIE-10), diferenciando el uso del abuso y de la dependencia. Junto al diagnóstico hay que considerar la presencia de otros trastornos, hoy se dispone de un buen conocimiento de los aspectos de la comorbilidad y como en ocasiones un trastorno puede ser la consecuencia de otro.

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