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2.1 Características generales

A partir de la información aportada por la evaluación, y teniendo en cuenta las características del ejercicio prescrito a cada sujeto, podrá diseñarse un plan de intervención psicológica individualizado que contribuya a la adquisición y mantenimiento de la conducta objetivo.

Entre las estrategias que el psicólogo puede aplicar en los programas de intervención para la adquisición y mantenimiento de hábitos saludables de ejercicio físico, Buceta señala las siguientes:

  • Utilización psicológica de la de información sobre la actividad adecuada, posibles beneficios y costes, y ajuste de expectativas al respecto. Esta estrategia deberá contribuir al logro de un nivel adecuado y estable de motivación respecto a la iniciación y mantenimiento de la conducta objetivo.
  • Como útil complemento a lo anterior, aplicación psicológica de instrumentos para la toma de decisiones (matrices de decisiones). Contribuyen a
    • Una adecuada percepción de costes/beneficios a corto/ largo plazo
    • Al aumento de la percepción de relaciones favorables entre costes y beneficios
    • A la toma de decisión responsable sobre el objetivo del programa y
    • Al desarrollo de una adecuada motivación y percepción de autoeficacia respecto al programa
  • Utilización psicológica del establecimiento de objetivos, que serán percibidos como alcanzables, asegurándose de que proporcionan consecuencias gratificantes y desarrollándolas cuando no existan. El resultado de este planteamiento de objetivos debe servir durante todo el proceso de intervención, para mantener estables los niveles de motivación.
  • Selección de la actividad a realizar, teniendo en cuenta las preferencias, y dificultades personales, deberá seleccionarse la actividad con mayores probabilidades de adquisición y mantenimiento a largo plazo (la adecuada relación entre accesibilidad y nivel de gratificación inmediata consecuente es el parámetro que define la actividad con mayores garantías de éxito).
  • Elaboración de un plan de trabajo físico. Deben contemplarse dos fases diferenciadas en cuanto a objetivos y trabajo físico en cada una de ellas, debiendo asegurarse que la persona comprende el sentido, la importancia y la contribución de cada una de las fases para el logro del objetivo final.
    • Primera fase: El objetivo debe ser la preparación psicológica y física del sujeto para realizar ejercicio físico de manera regular. El plan debería ser mínimamente amenazante, conllevar los mínimos costes y resultar muy gratificante, quedando en un plano secundario los beneficios significativos en la salud.
    • Segunda fase: Tiene como objetivo final la obtención, mediante la realización de ejercicio, de beneficios significativos para la salud; en este momento deberá diseñarse un plan que lleve al logro del nivel de ejercicio físico que resulta necesario para la obtención de tales beneficios. (Ver Tabla 7.7 Pág. 326 (relacionada con la 7.6))

Antes de finalizar la intervención, deberá considerarse una fase en la que se implementen estrategias dirigidas al mantenimiento de los logros alcanzados y a la prevención de recaídas en el déficit de ejercicio físico.

Para el éxito de las estrategias anteriores deberán aplicarse, cuando el caso lo requiera, estrategias psicológicas para el control de variables antecedentes (internas y externas) y para el control de variables contingentes funcionalmente relacionadas con la no adherencia/adherencia al ejercicio físico.

La aplicación de estrategias y técnicas de Modificación de Conducta para el control de la ansiedad social especifica ligada a la práctica de ejercicio, el entrenamiento en habilidades de planificación del tiempo, la técnica de Control del Estímulo o diversas estrategias cognitivas para el control de estímulos cognitivos antecedentes que interfieren con la conducta de adherencia, pueden resultar de singular interés para el éxito de la intervención.

Resulta de interés la consideración, cuando el caso lo requiera, de una actuación terapéutica más estructurada, mediante técnicas de aplicación de los principios de reforzamiento positivo y /o negativo. Si bien en un primer momento el reforzamiento extrínseco de la conducta resulta eficaz para su adquisición, de cara a su mantenimiento a largo plazo se debe desarrollar el reforzamiento intrínseco.

Los programas de intervención deben incluir la administración de feddback de la ejecución y de sus efectos, considerando tanto el feedback inmediato sobre la ejecución de la conducta de ejercicio y el logro de objetivos a corto plazo, como un feedback periódico menos frecuente acerca de los efectos no inmediatos de la práctica de ejercicio. Esta estrategia resulta de gran utilidad para incrementar la percepción de control del sujeto sobre la conducta de realización de ejercicio y sus efectos, pudiendo contribuir poderosamente al reforzamiento de la conducta adecuada.

2.2 Estrategias de intervención

Utilización de matrices de decisiones

La utilización de matrices de decisiones permite contribuir al logro de los siguientes objetivos:

  1. Incrementar el estado de alerta del cliente sobre las ventajas e inconvenientes de la práctica de ejercicio físico,
  2. Potenciar la percepción de beneficios interesantes y prevenir en lo posible dificultades interferentes,
  3. Establecer relaciones favorables entre costes y beneficios, d) propiciar una decisión responsable respecto a la realización del ejercicio, en la que se implique personalmente,
  4. Desarrollar una percepción de autocontrol eficaz de la actividad física y
  5. Incrementar la motivación del cliente por el programa (percepción de beneficios interesantes y alcanzables, relación favorable coste-beneficio, compromiso personal con el programa, percepción de autocontrol y autoeficacia).

Las matrices de decisiones son instrumentos que permiten que el cliente anote (con la ayuda del psicólogo) los beneficios y los costes, a corto y a medio/largo plazo, de tres posibles opciones:

  1. mantenerse físicamente inactivo,
  2. realizar ejercicio físico saludable (el que se considere más apropiado en su caso) y
  3. realizar ejercicio físico de cualquier manera (en condiciones de riesgo). Se pretende que el cliente establezca comparaciones entre costes y beneficios que resulten favorables en el marco de la intervención.

El desarrollo y fortalecimiento de la percepción de una relación causal entre el coste a corto plazo y los beneficios a medio/largo plazo debe considerarse un elemento decisivo en el tratamiento. (Ver Tabla 7.8 Pág. 328)

La matriz de decisiones puede detectar la existencia de un balance muy desfavorable entre los beneficios y los costes a corto plazo sugiriendo la conveniencia de aliviar este problema mediante medidas que ayudan en lo posible a incrementar los beneficios y reducir los costes. (Ver Tabla 7.9 Pág. 329)

Establecimiento de objetivos

Una vez tomada la decisión de realizar ejercicio físico, se debe potenciar la motivación del cliente mediante el establecimiento de objetivos que resulten interesantes, alcanzables y gratificantes.

a) Objetivos de resultado y de realización

Para el establecimiento de objetivos debe tenerse en cuenta la distinción entre objetivos de resultado y objetivos de realización:

  • Objetivos de resultado: se refieren a los logros que pueden derivarse de realizar o ejecutar una determinada conducta (mejorar la forma física).
  • Objetivos de realización (o de ejecución): incluyen únicamente, con independencia de su resultado, la realización de la conducta a un nivel especifico de rendimiento (acudir a las sesiones de ejercicio físico, correr durante 30 minutos). Se refieren a la ejecución apropiada de las conductas para alcanzar los objetivos de resultado, y su importancia radica en que:
    • Acentúan la trascendencia de la propia conducta,
    • Contribuyen a que el cliente se centre y utilice como indicador de progreso su propia conducta (a diferencia del resultado, que puede depender también de otros factores),
    • Ayudan a realizar una valoración más realista sobre la accesibilidad de los objetivos a conseguir,
    • Facilitan una evaluación sencilla y fiable de lo conseguido y
    • Contribuyen a que se establezcan contingencias entre la propia conducta y estímulos consecuentes favorables (realizar ejercicio físico resulta gratificante); derivando en un aumento de la percepción de autocontrol, y en una oportunidad para incrementar el interés diario, potenciar la autoeficacia y fortalecer la motivación por el conjunto del programa.

b) Objetivos a largo y a corto plazo

En líneas generales, aunque no en todos los casos, conviene combinar objetivos a largo y a corto plazo. Los objetivos a largo plazo señalan una meta final que constituye el propósito concreto de la conducta a implantar:

  • Delimitando el compromiso adquirido,
  • Justificando la inversión personal a realizar,
  • Orientando sobre la dirección correcta en la que se debe avanzar y
  • Contribuyendo a crear una base estable de motivación que ayudara a perseverar en el camino.

Los objetivos a corto plazo deben constituir pasos progresivos hacia la meta final:

  • Sirviendo como referencia hacia la que debe dirigirse la conducta cotidiana y como indicador de progreso y
  • Pudiendo contribuir a la motivación diaria.

La combinación apropiada de ambos tipos de objetivos, en la dirección apuntada por Buceta, puede ser de gran ayuda en el contexto que nos ocupa.

c) Combinación de objetivos

Se trata de la combinación eficaz de los dos tipos de objetivos anteriores. (Ver Tabla 7.11 Pág. 332). Se debe decidir si los objetivos a medio/largo plazo se encuentran demasiado lejos y conviene plantear objetivos intermedios más cercanos incluyendo objetivos intermedios de realización (correr durante 30 minutos seguidos) y de resultado (mejorar en los ejercicios-test), sin olvidar algún objetivo viable por el que el cliente pudiera estar motivado (llegar entre los 30 primeros en una carrera).

Conviene plantear objetivos de realización a corto plazo que en principio no sean ambiciosos (asistir a aerobic y permanecer 15 minutos), ni se encuentren lejanos (como máximo una semana), debiendo prevalecer:

  • Que el cliente perciba que son alcanzables y poco amenazantes, para que se decida a acometerlos y
  • Que su consecución, altísimamente probable y muy cercana, potencie la motivación del interesado a seguir adelante.

En general, la accesibilidad y la cercanía del objetivo más próximo deben prevalecer en el inicio del programa, cuando se pretende que el cliente adquiera el hábito de ejercicio físico fortaleciendo la percepción de autoeficacia con múltiples experiencias de éxito. Más adelante, cuando la situación de realizar ejercicio ya no resulte estresante y el cliente perciba que es eficaz, los objetivos, además de alcanzables, deberán ser más desafiantes, ayudando a incrementar el interés del participante y el valor de sus logros, contribuyendo a la consolidación y el mantenimiento del hábito.

Como apoyo más directo al compromiso cotidiano de la práctica, se puede establecer un objetivo intermedio de realización, relacionado con las tareas a realizar en la sesión de ejercicio físico. Estos objetivos diarios coincidirán total o parcialmente, con el objetivo a corto plazo más próximo y servirán para que el cliente recuerde cuál es su cometido y límite hasta el que debe perseverar en su esfuerzo, proporcionándole, la oportunidad de sentirse eficaz y satisfecho (Ver Tabla 7.12 Pág. 334)

Estrategias para el control de la ansiedad social

La práctica de ejercicio físico puede resultar estresante por la exposición ante los demás (ropa, tareas a realizar), y la percepción de sentirse evaluado negativamente. Estas circunstancias pueden provocar una elevada ansiedad social y propiciar que muchas personas ni siquiera intenten hacer ejercicio o abandonen muy pronto. Este estrés interpersonal, tan relevante en este contexto, suele ser más probable en personas insatisfechas con su imagen corporal, en baja forma física, con poca habilidad, con escasas habilidades sociales y una deficitaria autoestima. La información recogida durante la evaluación inicial, debe servir para detectar la presencia del problema y, cuando el caso lo requiera, implementar las estrategias oportunas para su alivio. (Ver Tablas 7.13 y 7.14 Págs. 335-336)

Para el control de la ansiedad social, pueden emplearse, según los casos, estrategias como las siguientes:

  • Adoptar medidas concretas de funcionamiento individual y grupal que en un principio alivien la ansiedad y permitan la participación en la actividad, como: no utilizar el vestuario, llevar una ropa poco ajustada, elegir una actividad con compañeros que tengan un nivel de forma y apariencia física parecido, situarse en un lugar en el que uno se encuentre cómodo, que el monitor ayude a una integración progresiva en el grupo, etc.
  • Elaborar y llevar a cabo planes de trabajo físico y de autocontrol del mismo que favorezcan una percepción más positiva de la propia apariencia física.
  • Plantear experiencias de éxito personal, utilizar medidas que aumenten la cohesión del grupo y aplicar el reforzamiento social, para ayudar a la exposición a los estímulos estresantes.
  • Realizar un entrenamiento en habilidades interpersonales de aplicación específica en las situaciones temidas.
  • Aplicar una intervención cognitiva (debilitamiento de creencias relevantes, y entrenamiento en autodiálogos de afrontamiento) junto a la planificación y el ensayo conductual, para favorecer la exposición a la práctica de ejercicio físico, utilizándose la experiencia de la exposición para conseguir un contracondicionamiento que alivie la ansiedad y la modificación de cogniciones relevantes.

Estrategias para el control del apoyo social

Otra variable a tener en cuenta es el apoyo social del cliente, el programa de intervención deberá tener en cuenta:

  • La eliminación o alivio de situaciones sociales y o familiares interferentes,
  • El mantenimiento de una situación de comprensión y apoyo general de los demás aun no participando estos en el desarrollo de la actividad y
  • La utilización de los apoyos existentes participando activamente en el programa de ejercicio físico (sobre todo en una primera fase).

No es aconsejable, una dependencia de personas que no constituyan apoyos verdaderamente estables, pues acabaran siendo una dificultad añadida más que una ayuda, siendo aconsejable especificar la responsabilidad concreta de los que se involucran en el programa y conseguir su compromiso firme de llevar a cabo su cometido (Ej.: a través de contratos conductuales), no debe olvidarse el importante apoyo social que pueden proporcionar el monitor deportivo y los compañeros de actividad.

Estrategias para el control de los estímulos antecedentes

En muchos casos, la falta de adherencia a la práctica de ejercicio físico se relaciona con la ausencia de un plan para el control de estímulos antecedentes relevantes, por lo que la inclusión de dicho plan en la intervención puede resultar de vital importancia para su éxito. El plan para el control de estímulos antecedentes persigue un doble objetivo

  • Anticipar y neutralizar los estímulos antecedentes que pueden interferir con la practica regular de ejercicio físico
  • Planificar la presencia de aquellos otros que aumenten la probabilidad de la conducta de adherencia.

a) Estrategias para el control de estímulos antecedentes externos

Algunos antecedentes interferentes pueden ser problemas reales y se deben afrontar con interés. Es importante saber cuándo, dónde y en qué circunstancias concretas tiene el cliente intención de realizar su plan de ejercicio, y valorar las posibilidades de supervivencia del plan en tales condiciones; de nada sirve elaborar un plan de ejercicio “ideal”, si por razones de funcionamiento cotidiano no lo realiza con la continuidad apropiada. Es más razonable estudiar la viabilidad existente y elaborar un programa apropiado que aun no siendo el “ideal” tenga una elevada probabilidad de llevarse a cabo.

La planificación del día del cliente constituye una estrategia de suma importancia, incluyendo el momento más apropiado para la práctica del ejercicio físico.

La aplicación de la técnica de “Control del Estímulo” resulta especialmente útil dentro del plan para el control de estímulos antecedentes. Parece conveniente que las conductas de acudir y realizar ejercicio físico se asocien, en la medida de lo posible, a situaciones y estímulos antecedentes que aumenten su probabilidad de ocurrencia, tales como: un mismo lugar, los mismos días de la semana, después de determinadas actividades fijas, la compañía de una persona, el uso de registros, etc. Cuando la práctica se realice en lugares específicos, como gimnasios, estos serán ya estímulos favorecedores de la práctica, y lo serán todavía más, una clase concreta a una hora determinada y la presencia de un monitor y de unos compañeros habituales. Una vez en el lugar de la práctica, todos estos estímulos tendrán un valor muy notable para propiciar la adherencia, y el mayor riesgo estará relacionado con los antecedentes asociados a la conducta de acudir al gimnasio o a la instalación.

Cuando la persona practique por su cuenta (corriendo o pedaleando en una bicicleta en su casa), es probable que esté expuesta permanentemente a los estímulos en cuya presencia debe practicar y lo difícil será asociar estos estímulos como antecedentes de la práctica de ejercicio físico. En estos casos, será necesario introducir estímulos claramente discriminativos para la realización del ejercicio y evitar la presencia de actividades cotidianas que sean incompatibles. P.ej. se puede disponer de un lugar dentro de la casa en el que sólo se haga ejercicio o hacerlo siempre en el mismo sitio, los mismos días y a las misma horas; en este sentido, puede ser de utilidad usar la alarma de un reloj para indicar la hora de comienzo, utilizar el recordatorio y la colaboración del cónyuge, etc.

b) Estrategias para el control de estímulos antecedentes internos

Se debe tener en cuenta que los estímulos antecedentes pueden ser también internos (pensamientos, sensaciones, estados de ánimo) y que pueden ser los de mayor riesgo de adherencia deficitaria. Kendziersky y Johnson elaboraron un instrumento para detectar pensamientos “excusas” de riesgo (el Exercise Thoughts Questionnaire, ETQ) y encontraron una correlación positiva entre la presencia de estos pensamientos y la decisión de no acudir a practicar ejercicio, indicando que las personas pueden darse a sí misma múltiples razonamientos para “justificar” ausencias. (Tabla 7.15 Pág. 341)

Una vez detectados los estados y respuestas internos de riesgo, se pueden aplicar estrategias apropiadas para neutralizarlos. P.ej. en los casos en los que se detecten estados de ánimo adversos, se podrá entrenar al cliente en:

  1. la aplicación de autoinstrucciones positivas respecto a la práctica de ejercicio (“aunque me encuentre mal no debo dejar la clase de aerobic”),
  2. la utilización de estrategias específicas para mejorar el estado de ánimo (realizar actividades adecuadas) y/o
  3. la preparación y puesta en funcionamiento de planes que dificulten las ausencias (quedar con un amigo y no tener más remedio que ir para no “dejarlo colgado”).

Cuando los estados de ánimo adversos sean síntomas de alteraciones emocionales más estables (pacientes cardiacos que se sienten inútiles y desarrollan una depresión), el problema será otro y tales alteraciones deberán abordarse convenientemente con un adecuado plan de tratamiento.

En estos y en otros casos, pueden emplearse estrategias cognitivas que permitan controlar los pensamientos de “autoconvencimiento” para evitar la sesión de ejercicio, tales como la detención del pensamiento o autodialogos (autoinstrucciones, autoafirmaciones), específicamente diseñados. En general, los autodialogos podrán utilizarse como estímulos antecedentes favorables sustituyendo a la actividad cognitiva interferente, eliminándola.

Estrateguas para el control de las contingencias

Además de las circunstancias antecedentes, se deben controlar las posibles contingencias entre la conducta de adherencia al ejercicio físico y estímulos consecuentes de signo negativo y positivo.

a) Control de contingencias negativas

Puede ocurrir que la actividad sea muy dura para el principiante y traiga como consecuencia que “no se pueda mover” en tres días, o que el cliente se inscriba en una clase nocturna que le obligue a llegar a su casa muy tarde. Es evidente, que en presencia de contingencias desfavorables, resultara muy improbable que se pueda consolidar y mantener la conducta de adherencia; sin embargo, el debilitamiento de estas contingencias propiciara que aumente la probabilidad de que la adherencia se mantenga, debiendo ocuparse el tratamiento de la prevención y solución de este problema.

Muchas de las estrategias comentadas pueden ser de gran ayuda (ajustar expectativas, utilizar matrices de decisiones, elaborar planes de trabajo físico, contratos conductuales), pudiendo complementarse con otras que resulten apropiadas cuando surjan necesidades concretas. Así, en ocasiones habrá que solucionar, directamente, problemas como los conflictos familiares o la falta de horas de sueño, mientras que otras veces, habrá que modificar cogniciones relevantes (creencias desfavorables respecto al ejercicio físico) que estén contribuyendo a que el cliente perciba intensamente las contingencias desfavorables.

b) Control de contingencias positivas

La presencia de contingencias negativas puede neutralizarse aumentando el número y el valor de contingencias positivas, de manera que la conducta de realizar ejercicio físico resulte gratificante y se produzca su reforzamiento, algo esencial para su consolidación como habito.

Reforzamiento intrínseco y extrínseco. Las actividades que componen el programa de ejercicio deberían ser inmediatamente reforzantes y según las preferencias individuales: entretenidas, divertidas, desafiantes, interesantes, que alivien el malestar y que aporten sensaciones agradables, facilitadoras de relaciones sociales gratificantes, fortalecedoras de la autoeficacia y la autoestima, contribuyendo a su consolidación y mantenimiento.

Sin embargo, como sucede en otros casos de adquisición y consolidación de un nuevo hábito, la ausencia o presencia mínima de la conducta, impide que la persona tenga suficientes oportunidades para percibir el reforzamiento intrínseco que conlleva, al no producirse la conducta con asiduidad, el interesado no se da cuenta de lo gratificante que puede resultar. El objetivo del reforzamiento extrínseco, es que el cliente que se inicia en la práctica de ejercicio físico perciba que obtiene estímulos consecuentes que le interesan de manera contingente a la conducta de realizar ejercicio, de forma que la probabilidad de que persevere en la práctica sea mayor y existan suficientes oportunidades para que perciba el atractivo y la contingencia de los estímulos consecuentes intrínsecos.

El reforzamiento extrínseco resulta particularmente eficaz con practicantes principiantes interesados en adquirir el nuevo hábito, pero no tanto para mantenerlo, si bien su utilización esporádica puede contribuir a incrementar la adherencia de personas que ya eran asiduos participantes. Como observaron Keefe y Blumenthal en su seguimiento de dos años tras haber aplicado un programa de reforzamiento material extrínseco, la conducta de adherencia de los practicantes puede depender, en un principio, de la contingencia con los reforzadores extrínsecos, pero, progresivamente, dependerá más del reforzamiento intrínseco, si éste es percibido y valorado por el interesado.

Aplicación de reforzamiento extrínseco: consiste en la utilización de distintas formas de reforzamiento positivo en función de las preferencias y recursos del interesado y del entorno en el que se realiza el ejercicio (gimnasio, casa, con compañía, sin ella), aunque también se puede emplear el reforzamiento negativo (de acuerdo con el cónyuge, se podría establecer que el día que el cliente realiza ejercicio físico por la tarde, no tiene que hacer las tareas de la casa de esa tarde-noche).

En el marco laboral, Baun y Bernacki aplicaron reforzamiento positivo para incrementar la participación en programas de ejercicio físico de los empleados de una empresa. En intervalos fijos de 3 meses, evaluaban el nivel de participación y de consumo de calorías durante el periodo anterior, y premiaban a los participantes con una camiseta de un determinado color según lo conseguido. La aplicación de esta estrategia, no contribuyó a incrementar el número de participantes, pero como podría esperarse con un programa de reforzamiento de intervalo fijo, la adherencia al ejercicio entre los empleados ya activos aumentó considerablemente durante el mes de la evaluación, sugiriendo la eficacia de este tipo de reforzamiento para incrementar la adherencia una vez iniciada la practica regular.

Los mismos autores, dos años más tarde, aplicaron en la misma empresa un programa de economía de fichas. Las “fichas" podían obtenerse de manera contingente a la conducta de adherencia y canjearse por ropa deportiva o por consumiciones en la cafetería. En la valoración realizada al año de funcionamiento, los empleados que ya practicaban ejercicio con cierta regularidad, habían aumentado significativamente su adherencia, pero no los que practicaban esporádicamente o que no practicaban.

El trabajo de Baun y Bernacki apunta la conveniencia de introducir reforzamiento positivo extrínseco en diferentes fases. Puesto que la adherencia al ejercicio físico es una conducta que aun estando consolidada como habito puede pasar por fases de ausencia o irregularidad, el reforzamiento positivo temporal puede resultar eficaz como estrategia que contribuya al mantenimiento. Sin embargo, no es suficiente para motivar a las personas a iniciar o regularizar con una mínima frecuencia la práctica de ejercicio, ni tampoco para mantener el hábito en ausencia de reforzamiento intrínseco.

Una interesante estrategia de reforzamiento positivo en este ámbito, puede ser la aplicación del Principio de Premack, consistente en utilizar como reforzador alguna actividad gratificante y cuya realización se convierta en una contingencia inmediata o muy cercana de la práctica de ejercicio físico. Una persona puede decidir no salir a tomar una copa, no leer el periódico, etc., hasta que no haya hecho su ejercicio diario, utilizando las actividades anteriores como reforzadores de la conducta de adherencia. Puede ser apropiado también utilizar actividades gratificantes durante la práctica de ejercicio (oír música, ver la televisión, charlar con un amigo), de forma que se asocie el ejercicio a la actividad gratificante.

Contratos Conductuales. Para formalizar la utilización del reforzamiento se pueden elaborar por escrito contratos conductuales sencillos mediante los que el cliente se compromete a una determinada adherencia, debiendo especificarse al máximo la conducta que se debe realizar, los antecedentes en cuya presencia debe realizarse y las consecuencias extrínsecas del incumplimiento o cumplimiento de lo acordado. Pueden emplearse depósitos iniciales de dinero que pueden recuperarse de manera contingente a la adherencia acordada, o perderse en caso de incumplimiento.

Los contratos conductuales han sido empleados con éxito para incrementar la adherencia al ejercicio, para consolidar la conducta de adherencia y permitir que el ejercicio físico tenga la oportunidad de mostrar el reforzamiento intrínseco que conlleva.

Reforzamiento social. Una estrategia de reforzamiento muy valiosa es la aplicación de reforzamiento social en forma de atención, aprobación, reconocimiento y/o feedback verbal. El reforzamiento social, que puede o no acompañar al reforzamiento material, es fácil de aplicar y resulta muy eficaz para incrementar la conducta de la que depende. El reforzamiento social tiene un efecto directo sobre la conducta de adherencia y contribuye a un ambiente de trabajo agradable y positivo que favorece la participación. Debe administrarse en un principio de manera generosa y frecuente, aunque con cuidado cuando se trata de personas con una elevada ansiedad social (puede resultarles muy estresante que se les dedique mucha atención). Más adelante, puede aplicarse con un nivel de exigencia mayor, debiendo estar más o menos presente en función de la necesidad y la conveniencia de cada caso particular. Finalmente, lo interesante será que la propia estructura del programa propicie de forma automática reforzamiento social casi permanente consolidándose una importante fuente de gratificación para el mantenimiento de la adherencia.

Autorreforzamiento verbal. Al utilizar el autorreforzamiento verbal de manera contingente a la conducta de adherencia, el cliente puede tener acceso a una fuente de reforzamiento que aporta grandes ventajas: depende únicamente de él, puede emplearse de forma inmediata y conlleva reforzadores muy valiosos, como el autorreconocimiento, la autoaprobación y la percepción de autoeficacia; puede introducirse en cualquier fase del programa, pero especialmente cuando sea necesario potenciar la autoeficacia, la demanda de trabajo físico tenga que aumentar y/o el interesado practique sólo y no estén a su alcance otras fuentes de reforzamiento.

Debe considerarse que además de las estrategias específicas para el control directo de contingencias, otras estrategias, entre ellas: la selección de la actividad y del plan de trabajo físico, el feedback de la propia ejecución y de sus efectos, el uso de autorregistros, la consecución de objetivos, las estrategias que favorecen la cohesión del grupo, o las que potencian el apoyo familiar y social.

Feedback de la ejecución y de sus efectos. El feedback es la información que el practicante recibe sobre su propia ejecución y sus efectos, constituyendo una estrategia sumamente eficaz, al proporcionar reforzamiento, aumentar el conocimiento del cliente sobre su progreso, y su percepción de control sobre la situación de realizar ejercicio. Suele ser aconsejable utilizar dos tipos de feedback:

  1. Un feedback inmediato sobre la ejecución de la conducta a corto plazo (velocidad a la que se pedalea, la tasa cardiaca),
  2. Un feedback periódico, sobre los efectos no inmediatos y más estables de la práctica de ejercicio (los que se refieren al progreso de los practicantes en relación a los motivos fundamentales por los que decidieron hacer ejercicio).

La información que aporta el feedback inmediato y el periódico ayuda a fortalecer la confianza en el ejercicio físico y la importancia que se le concede a éste en el conjunto de los intereses personales y de la actividad diaria.

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