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Se asume que el estrés está determinado por la interacción entre situaciones potencialmente estresantes (pueden provocar estrés aunque no necesariamente) y características personales relevantes (aquellas que en interacción con las situaciones potencialmente estresantes aumentan la probabilidad de estrés.

Esta interacción se produce:

  1. en la percepción y valoración que la persona hace de las situaciones potencialmente estresantes y
  2. en la percepción y valoración de los propios recursos para hacer frente a tales situaciones.

Del resultado de esta interacción dependerán la aparición, la duración y la intensidad de la respuesta de estrés, así como sus manifestaciones físicas (ansiedad, hostilidad, etc.). Ver Tabla 1.1. Finalmente, la respuesta de estrés puede tener consecuencias favorables o desfavorables en el rendimiento y en la salud de quien lo padece.

2.1 Variables situacionales potencialmente estresantes

Son potencialmente estresantes las situaciones que pueden tener trascendencia para las personas, que implican cambios significativos en su vida cotidiana o que obligan las obligan a sobrefuncionar para manejarlas o adaptarse a ellas, todo si son novedosas, inciertas, ambiguas, conflictivas, difíciles o insolubles o resultan dolorosas, desagradables, molestas, incómodas o poco gratificantes. Estas situaciones tienen características como las siguientes:

  • Amenazan la seguridad de las personas, la inversión personal, el cumplimiento de alguna tarea o compromiso, su autoconfianza, su autoestima, su imagen ante los demás, conseguir algo muy deseado, su vida familiar, sus fuentes de obtención de gratificación su desarrollo personal y hasta su dignidad.
  • Atentan contra principios, valores y creencias, contra normas o costumbres de funcionamiento personal o contra su propia intimidad.
  • Exigen un sobreesfuerzo físico y mental y/o un rendimiento elevado y resultados satisfactorios.
  • Implican la toma de decisiones difíciles, asumir responsabilidades, la necesidad de actuar en poco tiempo o someterse a una evaluación social
  • Implican someterse a una evaluación social; es decir, situaciones en las que el comportamiento de una persona puede ser evaluado por otras que ésta considera relevantes.
  • Plantean problemas o conflictos difíciles de solucionar
  • Conllevan la exposición a algo desagradable, doloroso, molesto o incómodo.
  • Suponen la restricción de la actividad normal y/o la dependencia excesiva de los demás.
  • Conllevan la realización de tareas monótonas, aburridas o poco interesantes o gratificantes
  • Propician la aparición de sentimientos de inutilidad o fracaso
  • Consisten en la agresión de otras personas, tanto la agresión física como la agresión verbal, o la agresión y el abuso a través de acciones de distinto tipo.

Las mismas manifestaciones del estrés (los síntomas de ansiedad, tener menos energía) y sus efectos perjudiciales (rendir peor, tener crisis asmáticas) son potencialmente estresantes, pudiendo provocar más estrés, tanto su presencia real, como las cogniciones que anticipan la posibilidad de que aparezcan (miedo al miedo o miedo a los síntomas) p. ej. miedo al insomnio.

Las situaciones potencialmente estresantes pueden presentarse de distintas maneras:

  • En ocasiones son eventos de gran importancia que basta con que aparezcan una sola vez para que provoquen reacciones de estrés intensas (abusos sexuales);
  • Otras veces, se trata de sucesos que también son importantes pero que necesitan una exposición más prolongada o bien coincidir con otros sucesos estresantes para provocar una reacción de estrés que sea perjudicial (la posibilidad de quedarse sin trabajo, la enfermedad de un familiar)
  • En otras ocasiones son múltiples sucesos menores los que sumando su impacto estresante pueden favorecer la presencia de un estrés prolongado suficientemente severo. (pequeños y continuos problemas laborales o interpersonales)
  • También pueden ser situaciones positivas que conlleven algún elemento amenazante para la persona que se expone a ellas (p.e. ascender).

Asimismo, las situaciones que pueden provocar estrés no incluyen únicamente la presencia de excesos, sino también déficits que pueden resultar muy impactantes para la persona afectada (p.e. monotonía, aburrimiento, falta de interés, mínima actividad…)

2.2 Características personales relevantes

La presencia de situaciones potencialmente estresantes, no es condición suficiente para que se manifieste el estrés, ni para predecir la duración e intensidad, ni sus efectos específicos en la salud de las personas. Cuanto mayor sea la trascendencia objetiva de la situación mayor será su potencial estresante, pero el impacto de una misma situación será diferente en función de la presencia o ausencia de variables personales relevantes en este contexto.

Esta posición interaccionista se basa en el modelo propuesto por Lazarus y Folkman: “la presencia y el impacto del estrés depende de la valoración que las personas hacen de la situación estresante y de los propios recursos para hacerles frente”.

El tipo de valoraciones más habituales puede depender de: patrones de conducta y estilos de afrontamiento relativamente estables, de valores, creencias y actitudes que pueden afectar la atención selectiva, el procesamiento de la información y el juicio sobre los propios recursos, de la existencia o ausencia reales de recursos eficaces para controlar las situaciones estresantes y de la disponibilidad o no de apropiados apoyos sociales.

Patrones de conducta

La presencia del patrón de conducta Tipo A (con sus 3 componentes: competitividad, impaciencia y hostilidad) y sobre todo del componente hostilidad, y la ausencia del patrón denominado dureza (Personalidad resistente) (con sus 3 componentes: control, compromiso y reto) aumentan el valor amenazante de las situaciones potencialmente estresantes.

Esto sucede porque bajo la influencia de la hostilidad, competitividad y la ausencia de retos, las situaciones se perciben más amenazantes de lo que en realidad son, porque como consecuencia de la falta de control y de compromiso, no se perciben recursos personales suficientes para enfrentarse a ellas con eficacia; y porque debido a la impaciencia, se pretende afrontarlas con la máxima urgencia.

El patrón de conducta Tipo-A puede favorecer un rendimiento, pero puede contribuir a deteriorar la salud de la persona que está rindiendo, lo que a largo plazo favorecerá, así mismo, déficits de rendimiento. El problema es que los beneficios del Tipo-A son más inmediatos que los perjuicios.

Estilos de afrontamiento

Pueden ser elementos moderadores de la relación entre las situaciones estresantes y la aparición del estrés y sus consecuencias. Los estilos de afrontamiento, más o menos estables, indican una disposición específica para hacer frente a las situaciones estresantes. Esta disposición puede afectar a la valoración que las personas hacen de las situaciones potencialmente estresantes y de sus recursos para manejarlas. (Ej.: la tendencia a valorar como amenazantes las situaciones ambiguas, puede determinar que se perciban más situaciones amenazantes).

Los estilos caracterizados por la negación, la huida, la evitación, la autoculpación y la confrontación irracional, aumentan la vulnerabilidad al estrés, mientras que los estilos que conllevan afrontamiento activo, búsqueda racional de soluciones, autocontrol y reevaluación positiva de la situación, incrementan la inmunidad.

Valores, creencias y actitudes

Beck se ha referido a la influencia de los valores, las creencias y las actitudes rígidas, irracionales y disfuncionales, tanto sobre la atención selectiva y el procesamiento mental de las situaciones potencialmente estresantes, como sobre la apreciación de los propios recursos para hacer frente a tales situaciones. El estrés perjudicial coincide con una activación de cogniciones estables, (valores, creencias y actitudes) que propician una valoración sesgada de la situación y una tendencia a percibir más experiencias estresantes, y a infravalorar la eficacia de los recursos de afrontamiento personales.

Beck sugiere que el contenido de los valores, las creencias y las actitudes más estables afecta la interpretación que se hace de las situaciones, dependiendo de este contenido, el que las situaciones sean más o menos estresantes. La rigidez (mayor o menor flexibilidad) de cogniciones muy íntimas que sean significativas en un determinado contexto puede influir en la valoración que las personas hacen de sus propios recursos.

La tendencia a evaluar la realidad de las situaciones potencialmente estresantes y de los propios recursos de manera más objetiva (no apartándose de ella) y de forma optimista, reduce la probabilidad de estrés y de su impacto perjudicial. La objetividad implica la contemplación de los hechos con independencia de los propios valores, creencias y actitudes.

La valoración objetiva no garantiza la ausencia de estrés, pero si propicia un conocimiento mejor de lo que sucede y una mayor percepción de control de la situación potencialmente estresante, decidiendo cuál es la mejor opción entre las disponibles en las circunstancias que se encuentre.

La eliminación o flexibilización de valores, creencias o actitudes rígidos, favorecerá la consolidación de un estilo de funcionamiento cognitivo más eficaz y saludable.

Recursos y habilidades de afrontamiento

En muchos casos, la valoración desfavorable corresponde a una carencia real de recursos, incluyendo entre ellos las habilidades de las personas (las habilidades son recursos pero no todos los recursos son habilidades), puede tener la habilidad de dominar la relajación pero carecer de tiempo para realizarla (ausencia de un recurso).

La ausencia de recursos apropiados y habilidades eficaces para afrontar las situaciones potencialmente estresantes, dificulta la posibilidad de alcanzar uno de los tres objetivos siguientes:

  1. solucionar tales situaciones,
  2. manejarlas adecuadamente aun no eliminándolas del todo, o
  3. aliviar su impacto perjudicial.

La acumulación de experiencias pasadas en las que no se hayan podido conseguir estos objetivos o la expectativa de que no se conseguirán, favorece la aparición de estrés y sus consecuencias sobre la salud y el rendimiento.

El desarrollo de recursos ambientales y el entrenamiento de las personas para que dominen habilidades de afrontamiento son dos áreas importantes en el control del estrés.

Apoyos Sociales

Se ha observado que la presencia de apoyos sociales apropiados, fundamentalmente el apoyo social percibido más que el apoyo real, puede ayudar a amortiguar las experiencias estresantes, probablemente por alguna o algunas de las siguientes vías:

  • Reduciendo la trascendencia global y por tanto la situación potencialmente estresante.
  • Aumentando la motivación de las personas por el reto de superar la situación estresante
  • Incrementando la autoconfianza en los propios recursos.
  • Ayudando a controlar el estrés cuando éste se produce.

En los casos de exceso de dependencia e indefensión, el apoyo social, resultará favorecedor del estrés y de sus efectos perjudiciales.

2.3 Respueseta de estrés

Nivel de activación general

La activación general del organismo es una respuesta en la que intervienen el SNC y el sistema neurovegetativo. Al aumentar la activación general, aumentan el estado de alerta, la actividad somática y la actividad simpática. (Ej.: examen, aumenta nivel general, atención más centrada en estímulos relacionados con ese examen, aumentando su tensión muscular y su tasa cardíaca)

En la mayoría de los casos, el estrés conlleva un aumento del nivel de activación general (cuando predominan el sobresfuerzo necesario para hacer frente a la situación estresante o las manifestaciones de ansiedad u hostilidad). Los efectos beneficiosos del estrés se relacionan con un cierto aumento de la activación, mientras que sus efectos perjudiciales se asocian, en gran parte, con un estado de sobreactivación.

En otros casos, el estrés provoca una disminución de la activación cuando predominan la depresión o el agotamiento, cuyos efectos suelen ser perjudiciales. Por tanto, no se debe identificar estrés con activación.

Una percepción que haga percibir al sujeto que haga lo que haga no puede hacer nada por mejorar la situación, puede producir un exceso de estrés al que se reaccione con pasividad o desgana (indefensión aprendida).

Si el sujeto reacciona con pasividad y desgana, pero no tuviera interés en manejar las situaciones, a pesar de ser síntomas similares estaríamos hablando de un déficit de motivación básica por la situación.

Ante la indefensión aprendida y el déficit de motivación básica por la situación, estrategias que traten de aumentar el interés, aumentar la preocupación, estrategias de aumento de la activación del estrés resultarían perjudiciales, y aumentarán la indefensión aprendida. En estos casos, es más apropiado utilizar estrategias que ayuden a reducir el estrés, de esta manera aumentará la activación general y mejorara su rendimiento.

Manifestaciones relacionadas con un aumento de la activación

Las manifestaciones del estrés relacionadas con el aumento del nivel general de activación se pueden agrupar bajo tres epígrafes: motivación, ansiedad y hostilidad.

La motivación está presente cuando la persona percibe que podría disponer de los recursos adecuados para controlar la situación estresante y asume con interés el reto. En este caso, se produce un sobreesfuerzo para poner en funcionamiento tales recursos, predominando el interés controlado por solucionar el problema y la búsqueda de soluciones eficaces. En este estado las personas rinden mejor. El mantenimiento prolongado de este sobreesfuerzo también puede ser perjudicial a largo plazo, al favorecer un estado de desgaste y finalmente agotamiento.

La ansiedad se caracteriza por el miedo, la preocupación incontrolada y la inseguridad. Aunque en un primer momento la ansiedad puede propiciar un estado de activación favorecedor del rendimiento, hace que la persona evalúe la situación incorrectamente, evite o escape de las situaciones estresantes, dude exageradamente sobre lo que debe hacer, se inhiba en lugar de actuar, o actúe impulsivamente. Sin embargo, puede que sea más eficaz si consigue que sobre esta preocupación predomine el interés controlado por solucionar el problema, aliviando el impacto del estrés sobre su salud.

La hostilidad conlleva insatisfacción, disgusto, irritabilidad, enfado, rabia, agresividad o enemistad. Cuando está controlada, puede propiciar condiciones muy favorables para rendir, sin embargo, puede afectar la salud si se mantiene prolongadamente. El rendimiento mejorará si, aun existiendo cierta hostilidad, predomina la motivación por el reto.

La ansiedad y la hostilidad pueden ser positivas a corto plazo pero en general son manifestaciones perjudiciales para el rendimiento y la salud. Sin embargo, transformarlas en motivación puede favorecer un rendimiento elevado más estable, minimizando los efectos perjudiciales del estrés sobre la salud, por lo que debe considerarse uno de los objetivos prioritarios de la intervención psicológica en este ámbito.

Manifestaciones relacionadas con una disminución de la activación

Las manifestaciones del estrés relacionadas con una disminución del nivel de activación general, pueden situarse en dos categorías: depresión y agotamiento psicológico.

Depresión: Predomina un estado de indefensión aprendida. El nivel de activación general es bajo (podría ser más alto en algunos de los sistemas, p ej. a nivel simpático), al percibir la persona que poco o nada puede hacer para controlar una situación estresante que le importa.

En muchos casos se siente culpable de esta situación y su autoestima se encuentra deteriorada. La frustración, la percepción de fracaso y culpabilidad, los sentimientos de inutilidad y el desánimo provocan una percepción sesgada, rígida y negativa de la realidad, una pérdida aparente de interés (porque se siente incapaz de controlar la situación, si hay interés) y conductas que muestran pasividad, lentitud, inhibición o indiferencia que perjudican el rendimiento y la salud de la persona afectada.

Agotamiento psicológico: El sobreesfuerzo produce un desgaste, y si la persona no se recupera éste será cada vez mayor hasta derivar en un estado de agotamiento psicológico. En muchos casos cuando aparecen estos síntomas se imponen un mayor esfuerzo, a veces se sienten culpables por no esforzarse al máximo o rendir peor y se imponen nuevos retos, casi siempre más difíciles de los actuales, para estimular su motivación y rendir como anteriormente.

Pocos comprenden por sí mismos que la situación es el resultado de un desgaste progresivo y que la solución implica un cambio de comportamiento. Prevenir el agotamiento psicológico debe ser uno de los objetivos prioritarios de la intervención en el ámbito del alto rendimiento.

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