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La previsión de la Teoría de Juegos clásica acerca de la conducta de las personas en los dilemas sociales es que el resultado final será una auténtica catástrofe. Esto es debido a que lo más racional, desde el punto de vista del individuo que toma la decisión, es buscar su propio interés personal a corto plazo, yeso supondrá la ruina colectiva. Sin embargo, tanto los resultados de los estudios experimentales como los datos de la vida real permiten ser bastante más optimistas. En muchas ocasiones, las decisiones que favorecen al colectivo se sitúan entre el 50 y el 80 por ciento, lo que demuestra claramente que los seres humanos somos bastante más flexibles de lo que los modelos matemáticos nos pintan, y que no siempre buscamos el beneficio personal a corto plazo.

Esta evidencia ha hecho necesario ampliar la Teoría de Juegos, que ha tratado de explicar estos resultados mediante lo que se conoce como «egoísmo ilustrado »: el individuo estará dispuesto a contribuir al bien colectivo siempre y cuando eso le suponga algún refuerzo colateral o una ventaja a largo plazo mayor que la que obtendría buscando el beneficio personal a corto plazo. Los refuerzos colaterales son beneficios personales que el individuo obtiene actuando de forma cooperativa. Por ejemplo, evitar las críticas y la mala reputación de persona egoísta, acallar su conciencia y los sentimientos de culpa o de vergüenza, recibir elogios, o sentirse bien por actuar de acuerdo a los propios principios morales.

Independientemente de consideraciones sobre la mayor o menor racionalidad de las decisiones, a la hora de enfrentarse a un dilema social y elegir entre el beneficio personal y el de los demás, el individuo tiene cuatro posibles alternativas, que se corresponden con cuatro orientaciones de valores sociales (Cuadro 10.3):

Cuadro 10.3. Orientaciones de valores sociales y opciones de conducta correspondientes ante un dilema social (basado en McClintock, 1972)

Orientaciones de valores sociales Opciones de conducta
1 Individualista Preocuparse sólo de sí mismo y de obtener el máximo beneficio personal, sin tener en cuenta los costes y beneficios de los demás.
2 Altruista Preocuparse sólo del beneficio de otros, sin tener en cuenta los costes o beneficios personales.
3 Competitiva Tratar de superar a los demás, aun a costa de incurrir en costes personales para lograrlo.
4 Cooperativa Colaborar con los demás para obtener el máximo beneficio para el grupo en conjunto (incluido él mismo).

La gente difiere en cuanto a los valores que mantiene con respecto al beneficio personal o de los demás. La mayoría de las personas se sitúan en las categorías «individualista » y «cooperativa », y muchas menos en las otras dos. También existen diferencias de género y entre culturas. Por lo general, las mujeres son más cooperativas que los hombres; por otra parte, los valores de las culturas colectivistas dan más importancia al beneficio del grupo que al beneficio personal.

Aparte de estas orientaciones de valores, presentes en las personas, existen también elementos propios de cada situación concreta que promueven preferentemente una u otra alternativa. Por ejemplo, en un dilema de recursos comunes, la gente suele acaparar más cuando no puede estimar con exactitud la cantidad de recursos disponibles, o cuando estos son difíciles de dividir. En estas circunstancias, las personas tienden a sobreestimar la proporción que les corresponde, a acaparar tanto que el recurso se agota, ya pensar que los demás harán lo mismo. En los dilemas de bienes públicos, la cooperación es más difícil cuando el grupo es grande, porque cada individuo percibe que su decisión de contribuir o no hacerlo tendrá muy poco impacto en el resultado colectivo, mientras las ganancias obtenidas por aprovecharse de las aportaciones de los demás revierten directamente sobre él mismo.

Uno de los factores situacionales más importantes es el tipo de relación que nos une a los demás implicados en el dilema. Esta cuestión ha sido totalmente ignorada por los modelos de la elección racional propios de la Teoría de Juegos (en estos modelos, los individuos son siempre extraños que no se conocen entre sí), pero es precisamente la que más interesa a los psicólogos sociales. Analizando las relaciones, tanto en el nivel interpersonal como en el grupal y el intergrupal, algunos investigadores han intentado averiguar si hay algo más que puro egoísmo, sea éste ilustrado o no, en la explicación de las decisiones de las personas en estos dilemas.

En principio, no debería ser lo mismo un dilema entre extraños que entre personas que se conocen, o que perciben que tienen algo en común. ¿Qué decisión tomaremos si tenemos que elegir entre nuestro propio beneficio personal y el del grupo al que pertenecemos? ¿Y si empatizamos con alguno de los miembros de ese grupo? ¿Cómo influirá ese sentimiento en nuestra decisión? El estudio de estas cuestiones tiene un interés especial para poder encontrar formas alternativas de resolver los dilemas sociales que se plantean en la vida real y fomentar la cooperación. Se pueden crear cuotas e impuestos sobre el uso de determinados recursos comunes, o desgravar a los que contribuyen al bien colectivo, pero ¿cómo controlar el abuso de bienes como el aire o el agua, o la proliferación de armas biológicas? Y, de paso, ¿cómo conseguir que la gente corresponda por lo que utiliza y utilice sólo lo que le corresponde?

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