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Los primeros intentos de comprender cómo se representa y organiza el lenguaje en el cerebro humano se realizaron durante el siglo XIX a manos del neurólogo francés Pierre Paul Broca, quien describió en 1861 el caso, ampliamente citado, del paciente Leborgne, conocido como Monsieur Tan o “Tan-Tan”.

Este paciente parecía comprender todo lo que se le decía y no mostraba parálisis alguna que afectara a los músculos bucofonatorios, pero sólo podía decir algo parecido a la sílaba “tan”.

Tras su muerte, a la edad de 51 años, Paul Broca le practicó la autopsia y halló una lesión importante en el lóbulo frontal del hemisferio izquierdo. Broca concluyó que esta lesión frontal izquierda, en la zona de la tercera circunvolución, era el origen de la pérdida de la capacidad de hablar del paciente y que era en dicha zona cerebral donde residía la facultad de producir el lenguaje hablado (Área de Broca).

Una década más tarde, el neurólogo alemán Carl Wernicke describió un nuevo tipo de trastorno de lenguaje, en la que existen graves problemas de compresión y el paciente no entiende lo que se le dice (Afasia sensorial o afasia de Wernicke). En este caso la lesión cerebral se situaba en el lóbulo temporal izquierdo, en una zona próxima al área auditiva.

Afasia de Broca Afasia de Wernicke
Expresión no fluida y lenta Habla rápida y fluida
Agramatismo. Lenguaje telegráfico (omisión de palabras de función) Defecto en la comprensión
Disprosodia (ritmo y entonación anormales) Parafasias (alteración de palabras y
fonemas). Neologismos. Repetición
recurrente de ciertas expresiones
Falta de coordinación. Vacía de contenido semántico
Estrategias compensatorias (cadenas motoras sobreaprendidas)  
Consciente del problema No suelen ser conscientes del trastorno

Ludwig Lichtheim propuso en 1885 una clasificación de las afasias, tanto de las observadas hasta ese momento como de aquellas posibles, que parte de consideraciones neuroanatómicas y plantea un diagrama explicativo que conecta los distintos centros del lenguaje.

Según el lugar de la lesión se diagnóstica un determinado tipo de afasia, en total siete, y las consecuencias comunicativas que el daño comporta.

Modelo Wernicke-Geschwind

Dado que el área de Broca se halla cerca de la parte de la corteza motora que controla los movimientos de la mandíbula, la lengua, los labios, etc., mientras que el área de Wernicke está próxima a la corteza auditiva que recibe la información acústica del entorno y es clave en la compresión de las palabras, se planteó que ambos centros del lenguaje debían de estar conectados entre sí.

Norman Geschwind elaboró un modelo que describe cómo fluye la información entre las distintas zonas cerebrales al usar el lenguaje.

Una lesión en el fascículo arqueado causaría un déficit en la repetición del lenguaje, pero no en su comprensión o producción (Síndrome de desconexión).

Este modelo no recoge ni todas las funciones lingüísticas ni todas las áreas cerebrales que intervienen en el lenguaje.

Con las modernas técnicas de neuroimagen se ha podido comprobar el gran número de áreas que se activan cuando se lleva a cabo alguna actividad lingüística y cómo cambian en función de la tarea o de los estímulos.

Prácticamente todo el hemisferio izquierdo interviene en el procesamiento del lenguaje, mientras que el hemisferio derecho interviene especialmente en el procesamiento semántico y en el procesamiento del discurso.

Además, participan las estructuras subcorticales, tanto los núcleos grises (tálamo y ganglios basales) como la sustancia blanca.

El modelo de Geschwind tampoco es tan preciso en la relación entre los síndromes clínicos y las zonas cerebrales afectadas. De acuerdo con el modelo, las personas con una lesión en el área de Broca tendrían intacta la representación mental del lenguaje, sin embargo, no es cierto.

Más tarde, Dronkers, Redfern y Knight estudiaron una muestra de más 100 pacientes mediante evaluación neuropsicológica y neuroimagen y comprobaron que no todos los pacientes que padecían una afasia tenían una lesión en el “área correspondiente”.

Así, las funciones lingüísticas están asociadas a la corteza cerebral y, en particular, a las áreas de Broca y Wernicke. Sin embargo, en los últimos años se ha ido incrementando la evidencia sobre la importancia de las estructuras subcorticales en el procesamiento del lenguaje.

Las personas que padecen la enfermedad de Parkinson, en la que hay un daño degenerativo de algunos núcleos basales, como la sustancia negra y el globo pálido, presentan, además de los problemas motores, déficits específicos en el procesamiento sintáctico y gramatical.

Por otra parte, Philip Lieberman estudió las anomalías del lenguaje que se producen en las ascensiones a grandes alturas, por escasez de oxígeno o hipoxia, y las relacionó con una afectación temporal de los ganglios basales. El análisis de los resultados demostró que el parámetro VOT (voice onset time) que distingue entre oclusivas sordas y sonoras, sufrió una alteración importante con la altura.

Además, el tiempo necesario para comprender frases sencillas del inglés aumentó la mitad y se relacionó positivamente con el deterioro del habla. Se observó que el patrón general de dificultades era semejante al que aparece en la enfermedad de Parkinson y, a medida que ascendían, sus voces se parecían más a las de enfermos parkinsonianos.

La exposición a altitudes extremas no parece influir por igual en las distintas funciones cognitivas. Las bases neurales de la memoria a largo plazo y el léxico mental son disociables de las que regulan el control motor del habla y el procesamiento sintáctico.

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