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La teoría clásica fue formulada durante la segunda mitad del siglo XIX por Helmholtz y posteriormente reelaborada por Wundt. La teoría clásica constituye un punto de referencia obligado en el estudio de la percepción.

Helmholtz comenzó a publicar su Tratado de óptica Fisiológica y publicó su libro sobre La Sensación de Tono. Ambas publicaciones pueden considerarse como el fundamento de la moderna investigación científica de la percepción visual y auditiva respectivamente. En su Tratado de Óptica Fisiológica, Helmholtz trató los problemas más elementales de la sensación y los problemas más complejos de la percepción como parte de una única disciplina fisiológica. Para quien el uso de métodos comportamentales o introspectivos no suponía un cambio de disciplina sino el desarrollo de la fisiología por otros medios.

Wundt, que era discípulo de Helmholtz, publicó sus Fundamentos de Psicología Fisiológica y en 1879 fundó el primer laboratorio dedicado al estudio de la psicología experimental. La formulación de la teoría clásica de la percepción por el discípulo de Wundt, Titchener, suele conocerse con el nombre de estructuralismo.

El punto de vista clásico afirma que nuestra percepción de los objetos y de los acontecimientos está determinada por estructuras mentales que no nos han venido dadas de forma innata sino que son el resultado de un proceso de aprendizaje perceptivo a partir de experiencias sensoriales elementales. El punto de vista clásico fue fundamentalmente empirista y trató de integrar en una teoría unitaria las principales aportaciones que el desarrollo científico del momento podía hacer al estudio de la percepción. Tres aspectos de la teoría merecen especial atención:

  1. La sensación como unidad de análisis.
  2. La percepción como síntesis de sensaciones.
  3. La inferencia inconsciente.

La sensación como unidad de análisis

Para la teoría clásica de la percepción, la investigación perceptiva debe comenzar por el análisis de las sensaciones básicas. Primero se procede a diferenciar las modalidades sensoriales y a continuación se trata de subdividir cada modalidad en sus diferentes sensaciones elementales. Dado que la doctrina formulada por Müller afirmaba que cada sensación era el resultado de una energía nerviosa específica, parecía lógico pensar que a partir del análisis de las sensaciones se podría llegar a determinar esas energías. Para ello, los conceptos de umbral absoluto y de umbral diferencial acuñados por la psicofísica, así como los métodos ideados para medir esos umbrales, resultaban imprescindibles.

El concepto mismo de sensación no estaba libre de problemas. Por un lado, el análisis de las sensaciones llevó a describirlas en términos de atributos. Wundt propuso de modo relativamente informal que toda sensación tenía dos atributos: cualidad e intensidad, pero fue Külpe, quién utilizó de forma sistemática el término atributo para caracterizar las sensaciones. Los atributos no son entidades separables que al juntarse forman la sensación, son aspectos diferentes de la sensación que pueden variar de forma más o menos independiente pero que son necesarios para que se dé una sensación. Para Külpe, las sensaciones correspondientes a los cinco sentidos necesitan tener tres atributos: cualidad, intensidad y duración. Además, la visión y el tacto, poseían un cuarto atributo que era la extensión. Külpe hizo concesiones a las posiciones innatistas que consideraban que el espacio y el tiempo no dependían de la experiencia, sino que estaban dadas en la propia estructura mental. La teoría clásica se encontró con las grandes limitaciones de una posición empirista radical.

Otro aspecto tuvo que ver con el carácter de elemento fundamental que se le asignaba. Un problema importante para considerar a las sensaciones como unidades fundamentales, es que no podemos distinguirlas una vez que entran a formar parte de un compuesto. Para Titchener, para quien la introspección debía servir siempre para aislar las sensaciones componentes, cada matiz distinto de color era una sensación elemental diferente. Para Helmholtz, los resultados de los experimentos de mezcla de colores eran más fiables que la introspección para detectar los componentes elementales y, en el caso del color, sólo había tres componentes elementales.

Las sensaciones consideradas más simples, la idea de que las sensaciones constituían los elementos irreductibles de la experiencia consciente, se encontraba con problemas de difícil resolución.

La percepción como síntesis de sensaciones

Para comprender la teoría clásica de la percepción, es importante distinguir entre el estímulo distante y el estímulo próximo. Al hablar de estímulo distante se hace referencia a las propiedades físicas de los objetos mismos, por ejemplo su tamaño, su forma, etc. El concepto de estímulo próximo hace referencia a las propiedades de la estimulación que actúa sobre nuestros receptores. En el caso de la visión, el estímulo próximo hace referencia a la imagen del objeto que se proyecta sobre la retina de los ojos.

En la percepción, las características más importantes que captamos de los objetos son sus características distantes. Lo que se nos impone en la percepción visual son características que pertenecen a los objetos, no a nuestras imágenes retinianas. La percepción de las características distantes no son una respuesta sensorial directa, sino una percepción compleja aprendida. La percepción visual de los objetos se compone de sensaciones visuales no espaciales, tales como el matiz o el brillo, y de imágenes de sensaciones no visuales que han estado característicamente asociadas con esas sensaciones en la experiencia previa con esos objetos.

Un fenómeno de capital importancia en el estudio de la percepción es el de las constancias. Percibimos constante el color de un objeto a pesar de los cambios en las condiciones de iluminación, o el tamaño de ese mismo objeto a pesar de que se nos muestre a distancias diferentes. Helmholtz lo explicó también en términos de aprendizaje y formuló una regla, que más tarde se conoció como el principio de verosimilitud, y que viene a decir lo siguiente: percibimos aquellos objetos y acontecimientos que, bajo condiciones normales, serían los que produjeran el conjunto de estimulación sensorial efectiva que estamos recibiendo. Acabamos percibiendo aquellas características de los objetos que, sobre la base de la experiencia previa, son más probables.

La inferencia inconsciente

Helmholtz también proporcionó una teoría sobre la forma en que nuestro sistema perceptivo aplicaba la regla. Cuando percibimos un objeto del mismo tamaño a pesar de sus cambios en la distancia a que se encuentra de nosotros, es porque hemos aprendido a hacer algo que produce el mismo resultado que “tomar en cuenta la distancia”. Helmholtz no pensaba que este proceso de “tomar en cuenta” la distancia o la iluminación fuera un acto consciente de reflexión sobre la situación. Pensó que se trataba de una inferencia inconsciente a partir de sensaciones que nos pasan desapercibidas.

Hablar de sensaciones imperceptibles resultaba algo contradictorio en sí mismo para aquellos que creían que la sensación era el elemento constitutivo de la percepción. Otros consideraron que la explicación era excesivamente complicada y especulativa. Helmholtz describió el proceso perceptivo utilizando los términos que le proporcionaba la psicología de su tiempo, y lo describió como si fuera un proceso de resolución de problemas, que es el resultado de la experiencia previa pero que se desencadena al margen de la voluntad consciente del observador.

Vista desde nuestra perspectiva actual, la teoría de la percepción de Helmholtz es una teoría fuertemente cargada de elementos cognitivos. Para éste la percepción no estaba determinada por los procesos sensoriales, sino por toda la estructura mental que él resumió en el concepto de inferencia inconsciente.

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