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El comportamiento juega un papel muy importante en la adaptación de los organismos al ambiente y por ello, desde que apareció, el sistema nervioso viene experimentando una gran presión selectiva que ha incrementado su tamaño y organización para, con ello, mejorar la interacción con el ambiente.

El cociente de encefalización (CE) nos proporciona una misma escala que permite la comparación entre distintos grupos animales. Su estudio pone de manifiesto que en el tamaño encefálico han contribuido a lo largo de la filogenia, además del tamaño corporal, diferentes estrategias reproductivas y diferentes variables relacionadas con factores fisiológicos, ecológicos y etológicos.

Las estrategias reproductoras que han seguido los animales para perpetuar sus genes son fruto de dos tipos de selección que han influido sobre el tamaño encefálico: la selección k, que favorece el desarrollo del sustrato nervioso necesario para el aprendizaje y la plasticidad conductual, frente a la selección r, cuya actuación promueve la utilización de programas conductuales con poca plasticidad y con un fuerte determinismo genético, que no necesitan desarrollos encefálicos de importancia.

Entre los factores fisiológicos relacionados con el desarrollo encefálico destaca la termorregulación, que además de contribuir al desarrollo de las estructuras encefálicas que regulan el medio interno e intervienen en la localización de fuentes constantes de alimentos, también favorece el desarrollo de comportamientos parentales y el aprendizaje.

Entre los factores ecológicos destacamos la longevidad, los hábitos alimenticios y las interacciones entre distintas especies. La longevidad hace que los animales con el sustrato neural adecuado puedan aumentar su aptitud inclusiva. Los hábitos alimenticios están estrechamente relacionados con el tamaño encefálico. Aquellos animales cuya alimentación es más variada y su consecución más complicada, presentan encéfalos mayores que los que ingieren alimentos poco variados y fáciles de conseguir. Las interacciones ecológicas entre distintas especies, como las que se establecen entre depredadores y presas, también ejercen una presión selectiva importante sobre el desarrollo del encéfalo. Factores etológicos, como la interacción social y el juego parecen haber sido fundamentales para el incremento del tamaño encefálico que presentan primates y cetáceos.

La inteligencia es una capacidad amplia y desigualmente distribuida por el reino animal que sin duda ha ejercido una influencia determinante en el desarrollo encefálico de diferentes líneas filogenéticas, una de las cuales condujo hasta nuestra especie, que es la que más desarrollada tiene esta capacidad.

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