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La Asociación Estadounidense del Habla, el Lenguaje y la Audición define el término trastorno del lenguaje como el «deterioro o el desarrollo deficiente de la comprensión y/o la utilización de un sistema de símbolos hablados, escritos u otros, incluyendo la morfología la sintaxis, la semántica y la pragmática» (Butler, l987).

Parece claro que la definición citada acentúa el carácter lingüístico de los trastornos del lenguaje. Sin embargo, cuando se relaciona la conducta lingüística con su sustrato neurobiológico, el modo de entender esa relación puede variar considerablemente según se entiendan la localización cerebral o la especialización hemisférica, así como también la organización jerárquica de los niveles neurales y su interacción; no menos importantes son las etapas secuenciales de procesamiento que acontecen en las estructuras, sean éstas de tipo sensorial (de diversas modalidades), motor o asociativo. Habría que señalar, por último, el carácter central o periférico de las estructuras en cuestión, juntamente con su período evolutivo de desarrollo o madurez.

Los enfoques lingüísticamente orientados de los trastornos del lenguaje superan la división clásica modal del mismo (habla, comprensión auditiva, escritura, lectura), en la que sólo se distingue entre tareas globales del lenguaje, para operar a partir de los niveles generales de uso común en el estudio actual de los trastornos afásicos. Estos niveles de organización lingüística (o componentes) son el fonológico, el sintáctico y el semántico, a los que hay que añadir el área de más reciente atención para los lingüistas: la pragmática del lenguaje o el estudio de los intercambios comunicativos desde el punto de vista de su inserción social (véase la Figura 10.1). Desde el nacimiento de la neuropsicología del lenguaje hasta los actuales enfoques lingüísticamente orientados han transcurrido casi 170 años, a lo largo de los cuales han predominado algunos modelos y se han producido cambios significativos en el campo que hoy se conviene en llamar neurolingüística en cuanto al énfasis de los conceptos clave que han guiado la investigación neuropsicolingüística. Ha sido en los últimos 30-40 años cuando los estudios sobre la relación cerebro-lenguaje han despertado un creciente interés, al tiempo que se han abierto a nuevos horizontes multidisciplinares, apertura que se asocia con la propia acuñación del término «neurolingüística»: el uso de este término refleja el énfasis creciente en una aproximación multidisciplinar que incluye disciplinas tales como la neurología, la lingüística, la psicología y la patología del lenguaje (Blumstein, 1981, Portellano, 2005; Manga y Ramos, 2000).

La neurolingüística contemporánea, que también se puede llamar neuropsicología cognitiva del lenguaje debido a la influencia que de modo principal recibe de la psicología cognitiva, cuenta con tres grandes corrientes, cada una con su preocupación indagadora central. A la primera corriente pertenecen todos aquellos cuyo interés principal se orienta hacia la relación cerebro-lenguaje, continuando por tanto en la línea originaria de la neurolingüística. Esta corriente neurológica ha ido derivando su énfasis investigador desde la preocupación por la localización hacia la preocupación por la lateralización de las funciones cerebrales (Seron y Feyereisen, 1988). Esta corriente representa las preocupaciones actuales en neurociencia cognitiva, a las que ya hemos aludido en el párrafo anterior y que han sido recogidas en el simposio dirigido este mismo año por Goldberg; en dicho simposio los participantes propusieron nuevos modelos sobre especialización hemisférica cerebral (Goldberg, 1989). Los estudios sobre asimetrías funcionales hemisféricas en relación con el lenguaje han sido especialmente florecientes en la última década en los dominios bilingüe y multilingüe (Manga y Sánchez, 1989b).

La segunda corriente en neuropsicología cognitiva del lenguaje, llamada por algunos corriente psiconeurolingüística, tiene un origen más reciente y su interés principal está en el conocimiento del sistema de procesamiento del lenguaje normal, si bien dicho conocimiento se consigue a través del estudio de síndromes de afasia adquirida. Los supuestos teóricos y metodológicos de esta neuropsicología cognitiva del lenguaje (por ejemplo, Coltheart, Sartori y Job, 1987) constituyen un notable distanciamiento del estudio clásico de la afasia. He aquí con qué rotundidad lo expresa uno de sus representantes más cualificados:

El estudio moderno de los trastornos adquiridos del lenguaje se basa en una serie de principios teóricos y metodológicos que lo distinguen del estudio clásico de la afasia, llegando incluso a oponerse a él. El acercamiento clásico se interesa sobre todo en establecer correlatos clínicopatológicos de las diferentes formas de afasia. Por el contrario, el estudio moderno de la afasia adquirida tiene por objetivo especificar la estructura computacional del procesamiento del lenguaje normal. Siendo así, las relaciones entre los mecanismos cognitivo/lingüísticos que comprende la facultad del lenguaje y las estructuras cerebrales —relaciones que pueden emerger del análisis de la afasia—, aunque muy importantes, no constituyen el objetivo principal de la investigación (Caramazza, 1988).

La tercera corriente de investigación es la corriente funcionalista, en la que se incluyen los intereses sobre aspectos comunicativos e interactivos del lenguaje en los síndromes afásicos. Foldi, Cicone y Gardner (1983) nos ofrecen un interesante panorama de aspectos con carácter pragmático en la comunicación con pacientes afásicos. La pragmática del lenguaje, o el modo en que un individuo afásico usa el lenguaje para comunicarse, constituye el principal interés de esta corriente de investigación en la que adquiere especial relieve el contexto situacional y la comunicación no verbal (CNV) de la que el afásico es capaz.

Parece claro que a la vista de lo expuesto, cualquier intento de clasificar de forma globalizadora los trastornos del lenguaje va a tener muchas limitaciones. A pesar de ello, la Figura 10.2 recoge con fines exclusivamente didácticos una sencilla clasificación de los trastornos del lenguaje según su etiología Sin embargo, como veremos en las páginas que siguen, cualquier clasificación para ser operativa tiene que combinar adecuadamente los siguientes criterios: lenguaje-habla, primario-secundario, orgánico-funcional, central-periférico, evolutivo-adquirido, comprensión-producción y considerar también los componentes lingüísticos (fonológico, sintáctico, semántico y comunicativo).

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