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Comenzaremos este apartado con las premisas y supuestos básicos que se suelen hacer desde este tipo de planteamientos, para luego comentar muy sucintamente dos tipos de clasificaciones que consideramos buenos ejemplos del modo en que se enfoca y estudia la psicopatología atencional desde esta perspectiva. Concluiremos valorando esta clase de enfoque.

Desde los planteamientos clásicos, la atención se caracteriza por estar íntimamente ligada a la concentración: la atención implica muy especialmente un proceso de focalización perceptiva que incrementa la «conciencia clara y distinta» de un núcleo de estímulos. Esto, en definitiva, origina que las psicopatologías de ambas no se diferencien. Por tanto, las psicopatologías atencionales se ubican en un continuo (normalmente cuantitativo) de la concentración. Junto a esto se dice que la vigilancia y la claridad de la conciencia son prerrequisitos necesarios para que la atención se ponga en marcha y/o funcione correctamente (Scharfetter, 1977).

A su vez, vigilancia y concentración se asimilan a vigilia, y en concreto al continuo vigilia-sueño. Pues bien, estas premisas básicas son las que se suelen tener en cuenta a la hora de abordar la psicopatología atencional, y como es lógico van a influir en qué tipo de alteraciones se incluyen bajo este proceso.

Scharfetter, en su Introducción a la Psicopatología General (1977), incluye un capítulo sobre «Atención y concentración». En él define la atención como la «orientación (activa o pasiva) de la consciencia hacia algo que se experimenta.

Concentración es la persistencia concentrada de la atención». A partir de esta definición ofrece la siguiente clasificación de los trastornos atencionales:

  1. Falta de atención y trastorno de la concentración: Se define como incapacidad o capacidad disminuida para enfocar, concentrarse y orientarse hacia un objeto. Se trata de un trastorno de la capacidad de prestar atención persistentemente a una determinada actividad, objeto o vivencia. Lleva consigo una intensa distraibilidad y falta de concentración. El grado más intenso de distraibilidad y la ausencia completa de atención se denomina aprosexia.
  2. Estrechamiento de la atención: Definida como concentración sobre unas pocas cosas. Por ejemplo, en la fijación sobre alucinaciones, en el vivenciar delirante intenso, etc.
  3. Oscilaciones de la atención y de la concentración: Se refiere a alteraciones en cuanto a la duración de la atención. Esta oscila con arreglo al interés, a la participación personal de un sujeto en un objeto, etc. Por ejemplo, un maníaco lleno de ocurrencias, ideas e impulsos tiene dificultad para fijar y mantener su atención sobre algo determinado (atención fluctuante, distraibilidad, debilidad de concentración).

Otro enfoque similar a éste es el ofrecido por Higueras, Jiménez y López, que en su Compendio de Psicopatología (1979) incluyen un capítulo sobre «Psicopatología de la atención y de la conciencia». En él afirman que la atención «estaría tan relacionada con la conciencia que no sería posible separarla de ella. Si la conciencia es la luz que ilumina la escena, la atención es el foco que hace resaltar unos objetos del resto». En su clasificación de las psicopatologías atencionales distinguen entre anormalidades cuantitativas y anormalidades cualitativas. Dentro de las cuantitativas estarían las siguientes:

  1. Elevación del umbral de la atención: Aquí la atención no se despierta si no es con estímulos intensos (en depresiones, estados de agitación, etc.).
  2. Indiferencia: Considerable falta de atención para interesarse por los acontecimientos, siendo ineficaces los estímulos que despiertan interés en situaciones normales.
  3. Inestabilidad de la atención (distraibilidad o hiperprosexia): La atención se halla dirigida superficialmente a los estímulos de cada momento, siendo difícil concentrarla y mantenerla en un objeto, lo que viene a llamarse también distraibilidad o hiperprosexia.
  4. Fatigabilidad de la atención: Modificación causada por el efecto de mantener la atención, que se acompaña de escasos rendimientos y abundancia de errores.

Dentro de las alteraciones cualitativas se ubica la perplejidad. El sujeto no logra la síntesis del contenido de la atención, careciendo de la significación concreta de los fenómenos y sus relaciones efectivas, de suerte que no acierta a comprender sus actos y las circunstancias que le rodean.

La valoración crítica que podemos hacer de este tipo de clasificaciones incluye tanto la referencia al propio contenido de las mismas como a los supuestos teóricos en los que se basan. Por lo que se refiere al contenido, no podemos dejar de resaltar la «simplicidad» extrema de este tipo de clasificaciones, en el sentido de que dejan fuera muchos aspectos y/o propiedades de la atención, centrándose sólo en la atención como concentración (Scharfetter) o añadiendo sólo la propiedad de la atención sostenida (Higueras, Jiménez y López). Así, según Scharfetter, los problemas con la atención estribarían en variaciones exclusivamente cuantitativas del grado de focalización de la atención: o no se atiende a nada, o se atiende a pocas cosas, o el objeto de atención varía temporalmente. Es decir, todas hacen referencia a una atención deficitaria (en el sentido de insuficiente o escasa) que puede ser originada por una hipo o hiperconcentración. En consecuencia, ambos extremos del continuo de concentración originarían los mismos efectos. Por su parte, para Higueras, Jiménez y López el problema se reduce, o bien a que los estímulos no pueden superar ese umbral elevado (por no ser lo suficientemente intenso o por carecer del interés necesario), o bien porque el sujeto no puede mantener la atención sobre algunos estímulos (lo que puede ser un déficit general o aparecer tras un período de tiempo de mantenimiento de la atención). Una crítica especial merece la etiqueta de perplejidad, donde se nos dice que el sujeto no puede dar significado a los fenómenos (contenidos atencionales). Dejando a un lado la polémica de que la atención pueda o no tener contenido, no parece que se pueda seguir manteniendo hoy en día que el proceso de otorgar significado consciente a un acontecimiento pueda considerarse parte constituyente de la atención. Creemos que esta confusión se debe al hecho de con fundir la atención con la conciencia, entendida ésta como representación consciente.

Por otro lado, existen ciertos fenómenos anómalos (como veremos más adelante) relacionados con la atención que no cabrían en estos planteamientos. Y ello creemos que se debe a la confusión existente entre las distintas funciones y/o fases de la atención: concentración, vigilancia, selección, etcétera. Funciones que además poseen una importante base experimental. Sin embargo, este tipo de planteamientos no tiene en cuenta la diferencia entre tales funciones, quizás debido a su escasa relación con la investigación psicológica, lo que hace que las distintas funciones sean subsumidas en una más general y definitoria de la atención: la concentración. Pensamos, además, que la mayoría de los problemas de estas clasificaciones surgen de la propia definición de atención, concibiéndola exclusivamente como foco de la conciencia. El problema de confundir atención, concentración y conciencia lleva a incluir la psicopatología atencional en la de la conciencia, o viceversa, ya que en casi todos los cuadros en que hay psicopatología de la conciencia se producen alteraciones en la vigilancia y concentración. Pero también en el pensamiento, la memoria, el aprendizaje, el habla, etc. En definitiva, a pesar de que, en efecto, el estudio de la atención precisa muchas veces la recurrencia a alguna forma de consciencia, la atención y la conciencia no son procesos idénticos ni subsumibles, sino en todo caso concurrentes (como sucede además con casi todos los procesos de conocimiento). Esta idea parece estar también presente en uno de los textos de psiquiatría más prestigiosos actualmente, el Oxford Textbook of Psychiatry (Gelder, Gath y Mayou, 1991), en donde los trastornos de la conciencia (sopor, estupor, confusión, coma, etc.) se consideran en un apartado diferente de los relacionados con atención. Pero, por otro lado, estos últimos se restringen casi exclusivamente a las anomalías en la capacidad de concentración de la atención.

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