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Con anterioridad se afirmaba que dos de las consecuencias sociales del aumento de la obe­sidad eran tanto el empeoramiento de la salud de la población como el mayor gasto para la Seguridad Social. Como se describe en este apartado, la psicología social también se ha esforzado en lograr que los tratamientos que se facilitan a las personas obesas mejoren su eficacia para, de esta manera, lograr revertir esta situación, es decir, la psicología social no solo ha intentado, mediante investigaciones aplicadas y de intervenciones, mejorar la imagen que se tiene de las personas obesas, sino que esta disciplina también se ha esforzado en mejorar la salud de los pacientes obesos.

En concreto, desde la psicología social se ha estudiado con profusión el apoyo social para comprobar en qué medida esta variable está relacionada con la eficacia terapéutica de los diversos tratamientos que existen para perder peso. El artículo "Tratamiento para perder peso" describe los métodos más habituales que se utilizan en la práctica clínica para lograr reducciones significativas y duraderas del peso.

El apoyo social es un término muy amplio que puede hacer alusión a diversos aspectos (Cohén y Wills, 1985). Debe tenerse en cuenta la distinción habitual y muy importante entre apoyo estructural y funcional cuando se habla de apoyo social. El apoyo estructural hace refe­rencia a la disponibilidad de personas impor­tantes con que se cuenta (ej. cónyuges, fa­miliares, amigos, compañeros de trabajo y grupos sociales). En cambio, el apoyo funcional es una medida subjetiva acerca de la ayuda que se puede llegar a recibir, es decir, este término hace alusión más bien a las expectativas que tienen las personas acerca de su supuesta red social de apoyo (Connell y D'Augelli, 1990). Es importante mencionar que estos dos tipos de apoyo, el estructural y el funcional, no necesariamente tienen por qué estar relacionados entre sí. Por ejemplo, el apoyo social percibido (funcional) se relaciona de forma mucho más intensa con el bienestar que el apoyo real recibido (estructural) (Wethington y Kessler, 1986).

La investigación pone de manifiesto que las principales fuentes de apoyo son los miembros de la familia, los amigos y los compañeros de trabajo aunque pueden existir otros grupos significativos para la persona en tratamiento De hecho, se ha encontrado que la participación de miembros de la red social en los pro­gramas de intervención se valora de forma muy positiva por los pacientes y también hace aumentar la eficacia del programa (Burke, Giangiulio, Gillam, Beilin, Houghton y Milligan, 1999). Además, la participación activa y la implicación de la red social en el tratamiento mejoran no solo la salud física del paciente, sino también el estado de ánimo de la persona (Schwartz y Sendor, 1999).

La red social de apoyo es especialmente importante en el tratamiento de la persona obesa porque se ha constatado que tiene un claro correlato con la salud física y el bienestar.

Así, se ha encontrado que existe una clara re­lación entre apoyo social y salud, y que, además, el apoyo social también ha demostrado su importancia para lograr y mantener el cambio de comportamiento en salud (Amick y O ckene, 1994). Por ejemplo, se ha encontrado que las personas con bajos niveles de apoyo social presentan tasas de mortalidad hasta 2,5 veces más alta (House, Landis y Umberson, 1988). Además, la investigación encuentra que el apoyo social tiene un rol muy importante en la supresión de la producción de las hormonas relacionadas con el estrés, como el cortisol (Heinrichs, Baumgartner, Kirschbaum y Ehlert, 2003). Por lo tanto, la psicología social se ha interesado en el estudio del apoyo social porque, como se puede apreciar, ha demostrado que mejora tanto la salud física como el bienestar psicológico de la persona aquejada por el exceso de peso.

Muchos estudios ponen de manifiesto que fomentar el desarrollo de redes sociales puede mejorar no solo la calidad de vida de los pacientes, sino también el propio tratamiento.

En primer lugar, se repasan los principales hallazgos en lo que se refiere al rol que tienen los familiares en el incremento de la adhesión al tratamiento para perder peso. Dentro de esta línea de investigación, existen muchos tra­bajos (Rosenthal, Alien y Winter, 1980; Murphy, W illiam son, Buxton, Moody, A bsher y Warner, 1982) que encuentran que los maridos desempeñan un papel muy importante en la reducción de peso de sus mujeres. Estos autores encontraron que las mujeres que recibían el apoyo de sus maridos para perder peso tenían más éxito que aquellas participantes cuyas parejas se mostraban poco colaboradoras.

Además de la importancia que tiene la pareja a la hora de conseguir mayor adherencia al tratamiento, también se ha hallado que otros miembros significativos (familia y amigos) también desempeñan un rol fundamental. Por ejemplo, Ureda (1980), al aplicar un programa para perder peso, encontró que los participantes que realizaban un contracto conductual (práctica habitual dentro de la terapia cognitivo-conductual) delante de otras personas que actuaban como testigos (su familia y amigos) perdían más peso que aquellos que hacían el mismo tipo de compromiso, pero solos, es decir, el hecho de adquirir un compromiso delante de otras personas incrementaba la eficacia del tratamiento, principalmente porque los pacientes se esforzaban más denodadamente en conseguir sus objetivos. Wing y Jeffery (1999) encuentran un resultado similar al hallar que en el éxito de la terapia de los programas de pérdida de peso influía la forma en que se había reclutado a los pacientes: en presencia de sus amigos y familiares o solos. De hecho, hallaron que las personas que se habían inscrito a programas de intervención en pre­sencia de miembros de su red social perdían más peso que aquellas personas que lo habían hecho solas.

En segundo lugar, una serie de autores se han centrado en estudiar el papel del grupo de apoyo en la mejora de la eficacia de los tra­tamientos para perder peso. En esta línea de comprobar la importancia del grupo en el tratamiento del sobrepeso se sitúan trabajos como el de Jeffery, Gerber, Rosenthal y Lindquist (1983): estos autores encontraron que los pacientes perdían más peso cuando les ofrecían recompensas grupales que cuando eran indi­viduales (ej. realizar actividades de refuerzo con amigos, ir al cine si se cumplían los objetivos marcados, en vez de conseguir un objeto preciado por el paciente). Además, muchos trabajos (Perri, McAdoo, McAllister, Lauer y Yancey, 1986; Clifford, Tan y Gorsuch, 1991) encuentran que el hecho de incluir grupos de apoyo incrementa la eficacia del tratamiento para reducir peso, es decir, comparado con el grupo de control, las personas de la condición experimental (a las cuales se les ofrecía la posibilidad de contar sus experiencias a otras personas con problemas de peso similares a los suyos) perdían peso de manera más significativa.

En tercer lugar, debido a este rol tan signi­ficativo del medio social en el tratamiento del sobrepeso y la obesidad, se encuentran intervenciones que hacen especial hincapié en la importancia del grupo y del colectivo y no solo en las variables puramente individuales.

Por ejemplo, Sharma (2006) revisó 11 intervenciones realizadas con objeto de prevenir la obesidad infantil llevadas a cabo en centros escolares (preescolar, primaria y secundaria) estadounidenses y británicos entre los años 1999 y 2004. Las intervenciones realizadas trataban de incrementar la actividad física (ej. ver menos la televisión o aumentar la horas dedicadas a la educación física) de los niños o mejorar su nutrición (ej. reducir el número de bebidas azucaradas). Sin embargo, en este caso no se trataba de trabajar de manera ais­lada con cada niño, sino que los programas de intervención tuvieran como principal objetivo trabajar con toda la comunidad educativa. Los resultados pusieron de manifiesto que este tipo de intervenciones comunitarias eran exitosas en su objetivo de reducir los IMC ya que se lograban pérdidas ponderales en los niños con riesgo de obesidad más que significativas. En esta misma línea, Colé, Waldrop, D 'Auria y Garner (2006) en un a revisión reciente de intervenciones en la escuela (en niños de 4 a 14 años), cuyos objetivos eran promocionar estilos de vida saludables (hábitos die­téticos y actividad física), también encuentran resultados similares.

Por tanto, en su conjunto, estas investiga­ciones ponen de manifiesto la importancia que tiene el apoyo social para conseguir que los tratamientos de pérdida de peso sean más exitosos.

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