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El estudio del comportamiento de salud según la perspectiva psicosocial intenta responder a preguntas como: ¿por qué hay personas que beben alcohol, fuman tabaco o consumen cocaína si saben que es malo para la salud?, ¿por qué incumplen las prescripciones terapéuticas si saben que son la forma de cuidar su salud?, ¿por qué no acuden en busca de ayuda cuando se dan cuenta de que tienen algún problema de salud? o ¿qué creencias tienen las personas sobre el origen de su enfermedad?, entre otras cuestiones. Esto ocurre cuando se sabe que los hábitos saludables son dormir de 7 a 8 horas al día, no fumar, seguir una dieta baja en grasas, no beber más de uno o dos vasos de alcohol al día, hacer ejercicio regular, no tener más del 10% de sobrepeso y protegerse del sol (Taylor, 2009).

La psicología social intenta explicar, desde sus dimensiones psicosociales subyacentes, el comportamiento de salud, entendido como la conducta que realizan las personas con el fin de estimular o mantener su salud (Stone, 1979; Taylor, 1986), como los hábitos saludables que se han citado. Dentro de esta categoría, se puede hablar de conductas promotoras de la salud, cuando tienen como objetivo prevenir la enfermedad, como realizar algún tipo de actividad aeróbica. También, se han diferenciado las conductas de evitación del riesgo para referirse a conductas que eliminan el riesgo para la salud (Taylor, 1986), como evitar beber alcohol o las situaciones de estrés. Sin embargo, es correcto tratarlas, todas ellas, como conductas de salud. En cambio, se considerará comportamiento de riesgo una conducta exagerada o de falta de protección, como fumar o ir en motocicleta sin casco, y a las personas que presentan estas conductas con especial frecuencia o están expuestas a un factor de riesgo se les incluye en grupos de riesgo.

Además, una vez que se ha diagnosticado una enfermedad, tiene que mencionarse el comportamiento de enfermedad. Se trata del estudio de las etapas que conllevan las respuestas a la percepción de los síntomas, su evaluación y la forma en que las personas actúan sobre estos síntomas mediante la petición de ayuda sanitaria, la adopción del rol de enfermo y la adhesión a los tratamientos prescritos. Se trata de comportamientos concretos que implican el extremo negativo de un continuo, a través del cual se puede representar la salud (Radley, 1994). Entre ellos, la adherencia o cumplimiento terapéutico, como unos de los objetos de estudio centrales de la psicología social de la salud.

El continuo de salud-enfermedad está lleno de matices difíciles de determinar. Téngase en cuenta que hay que diferenciar entre la enfermedad, estar enfermo y sentirse enfermo. La enfermedad, aunque posea características concretas, adquiere matices en cada caso. Una persona puede estar enferma y ausentarse del trabajo para recuperarse en casa o no hacerlo porque no se siente enferma. En cambio, hay personas que se sienten enfermas sin padecer ninguna enfermedad y otras que se consideran enfermas o más enfermas porque los demás les asignan esta etiqueta, como consecuencia del prejuicio social. El caso es que el hecho de estar enfermo o sano tiene una perspectiva orgánica, psicológica y social. Esta perspectiva psicosocial es fundamental para comprender las difíciles situaciones que se producen en este complicado campo de la salud.

En la actualidad, además, las cuestiones de salud afectan y se localizan en un marco sociopolítico, del cual es difícil aislarlas. Por ejemplo, las leyes antitabaco fuertemente restrictivas en diferentes países se han criticado por algunos grupos sociales como excesivas y destructoras de la libertad individual. Así como la exclusión que todavía sufren en algunos países personas por el hecho de padecer enfermedades estigmatizadas, que en la actualidad se han convertido en crónicas, como es el caso del virus de la inmunodeficiencia humana o VIH (Sanjuán, Molero, Fuster y Nouvilas, 2012). Estas situaciones demuestran y destacan con claridad la necesidad de considerar que la intervención psicosocial en los problemas de salud debe ser paralela a las medidas de la política sanitaria. Es necesario formar hábitos saludables para que se establezcan cambios reales en las conductas de salud e intervenir en las actitudes frente a la salud y la enfermedad para que se conozca el alcance real de las amenazas para la salud, así como en el conocimiento y la comprensión de la enfermedad lejos de actitudes prejuiciosas. En esta dirección, la forma en que se pueden establecer estos cambios en las actitudes y el comportamiento hacia los hábitos saludables es un objetivo primordial de la psicología social en este ámbito.

Se han desarrollado distintas teorías y modelos para explicar el comportamiento de salud.

Algunos representan aplicaciones de modelos básicos de la psicología social (ej. la teoría de la acción razonada y la acción planificada) mientras que otros se han elaborado en el mismo ámbito de la salud (ej. el modelo de creencias de la salud o el de la utilidad subjetiva de la acción de salud). Una característica común a todas estas aproximaciones teóricas al comportamiento de salud consiste en que se centran en variables sociocognitivas, basadas en la idea de que estos elementos (creencias, atribuciones y actitudes) se pueden modificar más fácilmente que otros factores externos a las personas, como los ambientales (Conner y Norman, 2007). En el siguiente apartado se introducen los modelos motivacionales básicos.

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